La rueda

El movedizo estado del malestar

OLGA Merino

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Octogenarios y nonagenarios están amasados con un barro especial; todo lo aguantan estos abueletes. Parecen criados con la kriptonita de Superman en lugar del correoso pan de centeno que anudó el lento transcurrir de la posguerra, tanto la mundial como la delCara al sol.Resistentes, forjados en la paciencia y aún con bríos para llamar al combate, comoStéphane Hessel,autor de¡Indignaos! (Destino), el alegato a favor de la insurrección pacífica contra el poder que ha presentado esta semana en el Instituto Francés de Barcelona. Su generación protagonizó (o sobrevivió) algunos logros, entre ellos el fin de los totalitarismos.

Que los días por venir conserven al venerableHessella salud y el espíritu de lucha. Me temo, no obstante, que el caldero de la indignación lleva ya un tiempo hirviendo. Los jóvenes, los jubilados y las medianías: como dice la canción deSabina, nos sobran los motivos. Precariedad laboral, corrupción política, el recorte progresivo de un Estado del bienestar que tanto costó ensamblar y las risotadas de una dictadura financiera que sostiene las riendas y que rechaza, entre otras lindezas, la dación como pago de la deuda hipotecaria. A diferencia de Mayo del 68, ya no parece plausible enarbolar bandera alguna; se acabó el gas de las utopías: el ciudadano anda demasiado absorto en saldar las cuentas, en llegar a fin de mes, como para hacer la revolución. Con la izquierda fuera de cobertura, la idea de cambio social se limita al rezo de una plegaria lampedusiana: virgencita, virgencita, que me quede como estoy.

Aun así, se detectan aquí y allá síntomas de cambio. Por de pronto, el huracán del consumismo parece dar las primeras boqueadas. ¿Consumo destructivo?, ¿de qué? El mileurismo vino para quedarse. La red de redes (www.democraciarealya.es y www.malestar.org) está convocando una manifestación en toda España, sin símbolos políticos excluyentes, para el próximo 15 de mayo. Lo más probable es que sirva de poco, pero tampoco la indignación por sí sola basta. Algo se mueve.