tú y yo somos tres

Motos & Pantoja: solo son negocios

FERRAN MONEGAL

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Advertía Jean-Baptiste Lamarck, gran naturalista francés, a principios del siglo XIX: «La necesidad crea la función y la función crea el órgano». Los apóstoles del darwinismo han ensombrecido un poco esta teoría, pero en la tele siempre suele cumplirse. La fabulosa visita de <b>Isabel Pantoja</b> a <b>Pablo Motos</b> (El hormiguero. A-3 TV) es fruto de una necesidad mutua: la tonadillera necesitaba pasar página, le urgía que el público olvidara sus dos años de condena en presidio y presentar su nuevo disco; y el televisivo necesitaba rendir un nuevo servicio a su cadena para ayudar a cerrar el mes de enero por encima de su rival Tele 5.

Les ha salido una función finísima. Atrás queda aquel sarcástico rap que le dedicó Motos a la Pantoja en el 2013, cuando fue condenada a dos años de prisión por blanqueo de dinero. Cantaban en El hormiguero con vitriólico acento: «Qué cara más dura, qué cara más dura / Pagará las multas con las bolsas de basura». ¡Ah! Ahora todo ha sido distinto. La necesidad de hoy ha transformado aquella función-chirigota del ayer. Ahora todo eran delicados y cariñosos piquitos que se daban los dos la mar de enternecidos. Ni a mí, ni a mi canario flauta Papitu nos ha sorprendido este burbujeo, con fervorosa y amantísima llamada de su hijo incluida.

En las gradas de público esta vez había una parroquia distinta de la habitual del programa. Esta vez llenaron el aforo con las devotas señoras del club de fans de Isabel. La emoción las agitaba como auténticas cheerleaders. Ya ha trascendido que el programa, por exigencias de la artista, se grabó tres o cuatro horas antes de emitirse. Había que evitar los imprevistos del directo. A veces salen cositas de las que una puede arrepentirse.

La velada fue muy dulce. Le habían preparado una platea de músicos que la acompañaron en un tema, más un bis, de su disco Hasta que se apague el sol. Y mientras ella cantaba, las redes bullían reprochándole a Motos que hiciera del encuentro un baño de espuma salpicada de autismo. Que no preguntase ni una vez por la condena, por el dinero blanqueado, por Julián Muñoz, por cómo se ve la vida tras los barrotes carcelarios. ¡Ah! A veces las redes son de una ingenuidad superlativa. Motos le decía otras cositas. «¡Un país culto tiene que cuidar a sus artistas!», y otras maravillas. <strong>Cinco millones de espectadores</strong> siguieron esta confluencia de necesidades mutuas. Éxito absoluto. «Solo son negocios», como decía El Padrino.