INTANGIBLES
Montoro, Presupuestos y el poder del gasto
Jesús Rivasés
Periodista
JESÚS RIVASÉS
Josep Piqué, en sus tiempos de ministro portavoz -por cierto, fue uno de los mejores en ese complicado puesto-, explicaba con frecuencia y distinto éxito que "la política es pedagogía" y no le faltaba razón. Quizá debió añadir que el objetivo de la política es obtener y conservar el poder, y el poder es también el poder de gastar, pero como personaje prudente nunca entró en esos detalles.
Cristóbal Montoro, ministro de Hacienda y catedrático de Hacienda Pública, no goza de popularidad por sus habilidades pedagógicas, pero algún secreto debe conservar de su época docente porque mantiene todo el apoyo de Mariano Rajoy, al mismo tiempo que acumula detractores, dentro y fuera del PP, que una y otra vez sufren el chasco -y el berrinche- de comprobar cómo el titular de Hacienda no solo parece incombustible, sino que siempre está respaldado por el inquilino de la Moncloa. Ahora, Montoro, muy discreto en los últimos meses, está a punto de enviar al Congreso los Presupuestos Generales del Estado para el 2017, después de tenerlos bastante apalabrados con los grupos necesarios para que salgan adelante, es decir, desde Ciudadanos hasta el PNV, sin olvidar a Coalición Canaria (Ana Oramas) y quizá a Nueva Canarias, cuyo único diputado, Pedro Quevedo, lo ha dejado claro. Está dispuesto a hablar, pero "no a participar en componendas por cuatro perras", como dijo en la SER. Es el poder del gasto.
Rajoy y Montoro, no obstante, son conscientes de que no todo es dinero, aunque casi siempre es lo más importante. Albert Rivera, al margen de la bronca con el PP por el presidente de Murcia -tendrá secuelas, y graves-, está obligado a apoyar los Presupuestos. Con Ciudadanos y los canarios, el PP suma 171 diputados, y necesita cinco más, que son los que tiene el PNV, que lidera en el Congreso Aitor Esteban. El PNV también quiere dinero, pero necesita algo más para justificar un visto bueno a las cuentas de Montoro. Por eso, encima de la mesa de negociación -que nadie reconoce- está una actualización del Concierto, que incluye poner el saldo con el Estado a cero, un impulso al AVE vasco y, por último, el traspaso de todas o algunas de las competencias en Instituciones Penitenciarias. Traducido, significaría el principio del acercamiento de los presos etarras al País Vasco.
Montoro, obviamente, carece capacidad para ofrecer eso, pero quienes apoyan al ministro de Hacienda sí pueden hacerlo y esgrimen que los presos de ETA no suelen arrepentirse, pero que tampoco reinciden. De los 3.300 presos de la banda en toda su historia, solo el 0,6% volvieron a coger las armas y eso en los años de plomo, y entre los que obtienen ventajas penitenciarias la reincidencia ha sido cero, nula. En resumen, dinero y pedagogía, mucha pedagogía, para el asunto penitenciario que, por otra parte, algún día tendrá fin, porque las condenas, por largas que sean, también terminan.
Queda pendiente el déficit, el gran objetivo de Rajoy esta legislatura, pero esa es otra historia, primero es lo primero, aprobar los Presupuestos.
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