Peccata minuta

Montilivi

La capitalidad barcelonesa está seriamente amenazada después del ascenso del Girona a Primera

Euforia en el césped de Montilivi tras consumarse el ascenso.

Euforia en el césped de Montilivi tras consumarse el ascenso. / periodico

JOAN OLLÉ

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

No comprendo por qué Puigdemont, pudiendo poner fecha y pregunta a la independencia de Girona, ha sido tan magnánimo de extender su exigencia al resto del territorio catalán. Territorio: palabra de segunda categoría que no sé si habla de vacas, sembrados o centrales nucleares. El territorio como periferia de la capital.

La capitalidad barcelonesa está seriamente amenazada después del ascenso de los de Montilivi a Primera. Mientras el Real retoma las riendas europeas, los culés repúblico-indepes (17’14’’) se cortan las venas al verse obligados a apurar la vacía Copa, el cáliz amargo de un Felipe VI a destronar, príncipe de Girona, por cierto.

Las comparaciones son odiosas: Girona tiene AVE, aeropuerto sin colas, río, puentes de Eiffel y de piedra, ternera con DO, diversidad de universidades, más estrellas Michelin que su mejor cielo, el festival oficial de teatro de Catalunya, sardanas enamoradas que llevan su nombre, una catedral de verdad, un ciclista con muchos Tours a las espaldas y el ya citado Molt Honorable, amén de judaísmo, callejuelas, patios, claustros y Devesa donde las tardes se llenan de campanas y besos. Solo les falta la bomba atómica.

Hay quien dice –por los ocres de las paredes que se asoman al Onyar– que Girona es nuestra Florencia. Se equivocan: es una Viena sin Danubio ni valses pero con muchas, muchísimas, demasiadas panaderías, pastelerías, caramelerías, bombonerías y heladerías (¡Rocambolesc y su mantecado de espárragos blancos y trufa negra!) en las que sus prósperos habitantes se detienen para endulzar aún más su alcanzado privilegio. El xuixo es su tarta sacher. La plaza de la Independència y sus vermuts no tienen nada que envidiar a las de San Marcos o a la Signoria; ni su rambla, a la salida de misa, a los burguesísimos tontódromos de Burgos o San Sebastián ni a las bruxelloises flamandes de Jacques Brel que pasean despacito y hacia atrás, en familia, para mostrar que todo les va de perlas y los hijos crecen a su imagen y semejanza.

Y si nos extendemos al viejo concepto de provincia, la cosa ya es de vértigo: Dalí, Gala, Pla, J.V. Foix, Espriu, Lluís Llach, Sílvia Pérez Cruz, Walter Benjamin, Ava Gardner, Pep Cruz, García Lorca, El Bulli, Ruscalleda (barcelonesa, pero obispado de Girona), Isaac el Cec, Josafat, el Comte Arnau, Juego de Tronos, Radio Liberty, Costa Brava, nieve, volcanes, lago sin monstruos, carlismo, anchoas, gambas, judías, ron, habaneras…

UN PERFECTO PARAÍSO

Lo dicho, president Puigdemont: uno, que no acaba de estar por eso de la independencia sí o sí o sí, firmaría ahora mismo cualquier manifiesto que abogase por la segregación de este perfecto paraíso del resto del planeta Tierra. Y al lado, justo al lado, Salt, con un 36,22% de inmigración.