Tú y yo somos tres

Iglesias empata con la Preysler

FERRAN MONEGAL

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Ha advertido este diario, después de la visita de Pablo Iglesias a El hormiguero (A-3 TV), que el número de espectadores que consiguieron (3.823.000) fue una cifra récord, solo superada por muy poco por Isabel Preysler (3.855.000) cuando estuvo en el programa en abril de este año. O sea, un empate técnico.

Comparar la audiencia del político Pablo Iglesias con la de la celebrity fashion Isabel Preysler podría parecer una frivolidad improcedente. Cuidado: tratándose de El hormiguero, no lo es. Toda criatura que se sumerge en el programa de Pablo Motos queda enrasada, igualada, en un magma homogéneo. Reciben todos el mismo tratamiento: el cultivo del más espumoso star system, el tratamiento juguetón a base de diversos ingredientes lúdicos y, finalmente, el componente de negocio por parte de la criatura entrevistada, que siempre viene a vender, a promocionar, alguna cosa. En el caso de la Preysler, publicitar su propia marca de cremas de belleza, y en el caso de Iglesias, atraer a la ciudadanía para que compren su proyecto político y le voten.

Es verdad que Pablo Motos le hizo a Iglesias una entrevista ligeramente distinta de las que suele hacer. Estuvo incisivo -suavemente-, y le cuestionó alguno de sus planteamientos. Iglesias también nos colocó su speech correspondiente, repitiendo lo que ya le hemos oído muchísimas veces en la tele. Pero el espíritu de El hormiguero no se basa tanto en lo que puedan contar sus invitados, sino en cómo se portan, qué posturismo adoptan, en esa especie de recreo de patio de colegio, entretenido y alegre, que les montan.

Advertía Xavier Sardà, a la mañana siguiente, en Al rojo vivo (La Sexta), que en estos ejercicios lo fundamental es el factor simpatía. En ese sentido Iglesias estuvo campechano y gracioso. O sea que el factor simpatía lo consiguió. La prueba de las tijeras, podando hojas del árbol del Estado, resultó corta. Podó la monarquía. Debía haber seguido, poda que te poda. La canción que interpretó a la guitarra fue un momento muy celebrado y vistoso. Mi canario flauta hubiese preferido que cantase Hasta siempre comandante de Carlos Puebla. Hubiera sido un tema más auténtico. A mí me gustó el sketch de la plaza del Callao: anunciaron a los transeúntes que Iglesias aceptaba ser el número dos de Albert Rivera, y que se había cortado la coleta para tener un aspecto más conveniente. Fue ingenioso. Resumiendo: empató en audiencia con la Preysler. Un éxito.