tú y yo somos tres

Moisés zurró a Merceditas

FERRAN MONEGAL

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Puso entusiasmo y entrega. Toda la carne en el asador, podríamos decir. Pero luchar contra Moisés, contra Noé, contra Abraham, contra David, contra Goliat, contra Sansón, contra Dalila, contra el malvado faraón y hasta contra Sodoma... ¡Ahh!, esa era una gesta que estaba de antemano perdida. La gran flautista de la ratomaquia (T-5) no ha podido con La Biblia (A-3). Moisés ha zurrado a Merceditas de lo lindo: le ha sacado casi siete puntos de share. Hombre, esta superproducción sobre el Antiguo Testamento (en próximas entregas seguirán también con el Nuevo Testamento) ha sido una fabulación más que una recreación. Y partiendo de la base de que solo buscaban el entretenimiento, la titánica empresa ha sido, al menos, distraída. No cuenta este trabajo con actores o actrices de primera línea mundial que hagan de gancho, o de atractivo. Tampoco podemos decir que la historia de lo que pudo haber sido todo aquello se haya construido desde la ortodoxia de las Sagradas Escrituras. Pero el pintoresquismo, y el ritmo, hoy mandan en las producciones televisivas. En ese sentido han logrado distraernos, y a veces hasta han conseguido partirnos de risa. Cuando hemos visto que uno de los tremendos exterminadores que aniquilaban Sodoma parecía sacado de Las tortugas ninja, en casa hemos decidido no hacernos preguntas, abandonar toda esperanza, y entregarnos al juego televisivo de la bárbara aventura, heterodoxa y efectista.

Y en este clima, mientras Moisés clamaba al cielo para que le diera poder para abrir las aguas del mar Rojo, Merceditas, en su ratomaquia de Tele 5, intentaba contrarrestar abriendo también la cremallera de su maillot, en plan Busco a Jack's, y le ordenaba al exratoncito Iván que estaba a su lado: «¡Bájame la cremallera! ¡Bájamela toda! ¡Hasta donde quieras!», y efectivamente el muchacho acató la orden y vimos emerger en todo su esplendor la trémula carne de la flautista sumergida en lencería fina. ¡Ahh! No busquen hoy en mí una crítica a Merceditas en su hipócrita labor de torturadora de pobres ratoncitos. Esta vez sus posturismo ha sido inofensivo, sin maldad, sin víctimas. Su despiporren indumentario puede tener para algunos un punto de patetismo, pero es de una inocencia absoluta. Animo a Merceditas a que siga progresando en el honesto oficio del estriptís. No hace daño a nadie. Y hasta cabe la despatarrante posibilidad de que la veamos entera en Interviú.