Misterios y certezas sobre Rivera e Iglesias

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A veces la profesión de periodista permite conocer gente interesante que te ayuda a tener una visión global del panorama político, más allá de los mensajes interesados de los partidos o las legítimas estrategias de los medios. Gente como algunos de los autores del libro Aragón es nuestro Ohio (Malpaso ediciones), un grupo de politólogos y sociólogos integrados en el colectivo Piedras de Papel, que analiza el comportamiento del votante español. Almorzamos en plena resaca del debate Iglesias-Rivera y, con matices, una de las conclusiones de estos jóvenes profesores, Lluís OrriolsSebastián Lavezzolo y José Fernández-Albertos, es que Podemos salía a correr un esprint y se ha encontrado con un maratón. De ahí que cada vez parezca más desfondado, tal y como se pudo comprobar en el cara a cara organizado por Salvados (desde aquí, gracias). Por el contrario, Rivera ha conseguido desideologizar de tal manera su discurso (con la ayuda inestimable del economista Luis Garicano) que aparece ante el electorado como el más pragmático de los candidatos, aunque está por ver cómo se concreta esta actitud tras el 20-D. La progresión ascendente de Ciudadanos en paralelo al descenso de Podemos en las encuestas presenta algunas incógnitas que a estas alturas resultan aún eso: un enigma. Para estos compañeros de mantel, los cabeza de lista son un «elemento de atracción» cuando se trata de partidos no institucionalizados y cara a los votantes indecisos. O sea, que en el PP, PSOE e IU importa menos quién sea el candidato porque la marca pasa por delante. Diría que, en los tres casos, y para desgracia de los nuevos Pedro Sánchez y Alberto Garzón, las siglas, en tanto que sinónimo de pasado y de un concepto demasido tradicional de la política, les juegan en contra.

Debatimos también qué aporta el fichaje de Irene Lozano al PSOE. Y concluimos que, incluso si se trata de recuperar votantes socialistas que suspiran por Rivera, no parece que sea la mejor de las estrategias. Sánchez ha logrado cabrear a la mayoría de los suyos a cambio de incorporar a una política que hasta hace dos días abominaba del bipartidismo y de todo aquello que representaba el socialismo. Y si no, que le pregunten al presidente de Asturias (esto es un añadido propio a las dudas expresadas por los expertos).

A todo ello, el libro de este colectivo constata cómo desde las primeras elecciones del 77 quien ha ganado en Aragón ha ganado en España. La mezcla de voto urbano y voto rural, el eje izquierda-derecha y una dosis de conflicto territorial convierten a esta comunidad en una especie de «pequeña España». Una lectura más que recomendable, también para los que no son aragoneses.