El misterio Aleix Vidal

Aleix Vidal, tras marcar el gol ante Las Palmas.

Aleix Vidal, tras marcar el gol ante Las Palmas. / AFP / LLUIS GENE

SÒNIA GELMÀ

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Aleix Vidal gastó todas las celebraciones posibles en el gol que marcó ante Las Palmas. Quizás porque no estaba seguro de poderlo repetir o quizás porque había acumulado muchos agradecimientos. Miró al cielo, dibujó con sus manos una L -en referencia a Lorena, su pareja- y una C -por su hija, Chloe-, se golpeó la zona del escudo mirando hacia el público, e incluso se sacudió la camiseta en una especie de ritual que parecía quererse quitar algún tipo de mal fario. Un gesto tan misterioso como la rigurosa condena a la que le ha sometido su técnico.

Luis Enrique le puso la cruz en el partido de Supercopa en el Camp Nou ante el Sevilla. Y la raya, unas semanas más tarde, en la derrota ante el Alavés. Desde entonces, un ostracismo que rozaba la humillación. El asturiano llegó a cambiar el sistema para dar descanso a Sergi Roberto y ni siquiera le dio un respiro cuando este se lesionó, apostando por Mascherano y excluyéndolo -otra vez- de la convocatoria, en lo que parecía que era la estocada definitiva.

No se puede decir que Luis Enrique haya tratado con mimo el caso, aunque tampoco le tuvo en cuenta unas "oportunas" molestias que le impidieron jugar la Supercopa catalana. Aleix aprovechó los tres partidos que tuvo en diciembre para corregir sus defectuosas actuaciones de principio de temporada. Pareció que Luis Enrique tomaba nota, pero tras las vacaciones volvió su rutina habitual: la grada. Fuera en el primer partido, fuera en el segundo, fuera en el tercero. Hasta el sábado, cuando apareció por sorpresa en la lista. De ahí a la titularidad, de la titularidad al gol, del gol a la multicelebración con la alegría indisimulada de todo el banquillo, incluido el técnico.

EL NUEVO MONTOYA

Aleix Vidal puede ser el nuevo Montoya, que consiguió saltar de la grada al banquillo para jugar algunos partidos hasta final de temporada. O incluso puede aspirar a convertirse en el nuevo Orellana, quien -con Luis Enrique como técnico- pasó de ser titular en tres partidos durante los cuatro primeros meses de competición a jugarlo todo a partir de enero.

Es la manera de funcionar del asturiano: sin miramientos cuando considera que el jugador no le da el nivel que necesita. Entiende que trata con profesionales y no recompensa actitudes o predisposición, sino rendimiento. Pero afortunadamente para Aleix, su severidad puede ser reversible. Como su amor incondicional. Luis Enrique no se casa con nadie, ni siquiera con Rakitic, que sin tanta crueldad, vive ahora el reverso de la moneda de Aleix.