Pequeño observatorio

No es lo mismo engañar que engañarse

JOSEP MARIA ESPINÀS

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Desde Pekín, Adrián Foncillas nos informa de un hecho realmente extraordinario: unos estudiantes han sido enviados a la cárcel por haber copiado los exámenes. Y no porque el aislamiento carcelario de un par de días les facilite la necesaria reflexión. Porque la condena es a siete años de prisión.

Parece que hay una organización técnicamente equipada. No se trata de aquellas 'chuletas' que algunos alumnos fabricaban en mis años escolares y universitarios. Eran unos papelitos de pequeño formato, escondidos en una manga del jersey, repetidamente y hábilmente doblados, para poder contener la máxima información posible en el mínimo espacio. Admirable arte de la síntesis.

Nada de esto es lo que está pasando ahora en China. El modesto truco individual ha sido sustituido por la tecnología punta. Micrófonos camuflados en las gafas, minicámaras, camisetas que «escuchan»...

Dice Foncillas que miles de policías se despliegan en cada convocatoria y usan las técnicas del contraespionaje. Se han descubierto a más de 2.000 personas que, con la ayuda de micrófonos, optaban a la licencia de farmacéutico.

Todo esto me hace pensar en una expresión que era popular cuando yo era joven: «Te han engañado como un chino». Interpretación: «como engañan los chinos». Pero también es evidente que hay chinos engañados.

Y además, no hay que irse a países exóticos. Porque el engaño es el contrapunto de las propuestas solventes. Una crítica elogiosa puede esconder una íntima opinión negativa. Dentro de una manzana espléndida puede haber un gusano.

Algunos bancos han engañado a sus confiados clientes con supuestas ventajas. Y el mito de la primera especie humana de Adán. Con un resultado fatal para la humanidad. Pero no seamos rigurosamente puristas. Se puede vivir engañado y ser, sin embargo, muy feliz.