Al contrataque

Mirar sin ver

ANA PASTOR

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Sí. Ya sé que es la enésima vez que te hablo de esto. Ya sé que los medios hemos dejado de mirar y sobre todo hemos dejado de ver y escuchar. Admito que somos en parte responsables de que los dirigentes políticos de nuestro querido continente te produzcan vergüenza. Sin la presión de la prensa, tienen mucho más fácil retrasar la toma de decisiones y concentrarse en otras cosas que no son el mayor desafío que tiene ahora mismo Europa: la llegada de miles y miles de seres humanos cada día y la muerte de otros tantos por intentarlo.

Nos prometieron actuar y nos mintieron. En varias cumbres se hicieron la fotografía compungidos frente al espejo de Aylan y después nada. El invierno ya está aquí. Y los políticos, los que toman las últimas decisiones, ya ni siquiera se reúnen. Así que hoy voy a hablarte otra vez de ellos.

De esos niños que podrían ser tu hijo o el mío, pero que como no lo son, permitimos que sigan ahogándose. Te hablo de esa niña de apenas unos meses que está recostada sobre una roca con el cuerpo desnudo y una manta alrededor. La fotografía del español Santi Palacios permite ver que todavía está viva y que los servicios médicos están intentando que siga estándolo. Brilla en la imagen un diminuto pendiente sobre su pequeña oreja. Un poco más arriba tiene varios caracoles del pelo rizado que aún está húmedo. Se ven los brazos gorditos sobre la tripa, de costado, y se también se ven sus dedos que están todavía amoratados por los efectos del frío.

Un chaleco y un bebé

Pero también hoy te hablo de gente que como el fotoperiodista Santi Palacios nos recuerda la vergüenza del mundo teóricamente desarrollado. Gente como Darcia, voluntaria de Unicef que el otro día contaba que, estando en la isla de Lesbos para echar una mano, alguien le dio un chaleco salvavidas y pensó «¿por qué me da un chaleco?». Y resulta que al mirar dentro vio que había un bebé de cinco días. «Yo soy madre», contó después Darcia, «y lo que me inspiró fue ver a otras madres necesitadas, porque si yo estuviera huyendo de una guerra con mi hijo, me gustaría que hubiese otra madre ahí para decirme 'voy a ayudarte'. No creo estar haciendo algo especial».

Y hoy también quiero hablarte de Óscar Camps, un socorrista de Badalona que pertenece a la oenegé Proactiva y que se ha ido a la isla de Lesbos a hacer lo que otros no hacen. Y le escucho decir en varios medios que lo más duro no es lanzarte al mar y encontrar cadáveres. Lo más duro es cruzar la orilla y ver que no puedes salvar a todos los que se están ahogando. Tener que elegir a quienes tienes que salvar. «¿Sabes lo que son 300 personas gritando en medio del mar, unos agarrándose a otros para no ahogarse?».

No, Oscar. No lo sabemos. Solo miramos.