DOS MIRADAS

La mirada perdida

Fernández Díaz, en apuros.

La publicación de una conversación del ministro del Interior y el jefe de la Oficina Antifrau, en la que se urdían manejos contra el independentismo catalán, agitó la campaña del 26-J. Jorge Fernández Díaz no dimitió.

Fernández Díaz, en apuros La mirada perdida_MEDIA_1

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JOSEP MARIA FONALLERAS

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Dejemos clara una cosa: en un país con un poco más (no mucha más) de salud democrática, este señor como mínimo habría dimitido. No solo por instigador y por espía, sino sobre todo por el tono que utiliza en sus intervenciones y en esas famosas charlas con su subalterno catalán de la Oficina Antifrau. No es un aire despótico o dictatorial. Es chulesco, mucho peor que todo lo demás. Pero apenas pasó nada. El culpable se erigió en víctima y casi todos contentos, con más votos para el PP, que es de lo que se trata. Este tipo de política está demostrado que vende, porque juega con la idea de que todo vale para preservar las esencias, olvidándose (con más o menos mala fe) de que la esencia de la democracia es la primera que conviene preservar.

Parece que Fernández Díaz está diciendo para sus adentros «en buena me he metido», que es lo que acostumbramos a aparentar los demás cuando tenemos una pose así y una mano que mece las bolsas de los ojos. Pero no. El ministro tiene la mirada perdida de quien está en otra parte o de quien ve lo que el resto del mundo no puede contemplar. Quizá evoca los días felices con Marcelo, ese ángel tan diligente, o el momento en que condecoró a la Virgen. Quizá esté pensando en los pecados que tendrá que confesar y que no son, por supuesto, las inconfesables argucias ejercidas contra el diablo independentista.