Miquel Iceta aspira a romper los frentes

JOAN TAPIA

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Los analistas tendemos a la subjetividad. Confieso, pues, que me atrae el centroizquierda y que todo lo que no sea una solución tipo tercera vía me provoca algún escalofrío. Dicho esto creo ser bastante objetivo al afirmar que Miquel Iceta ganaría el 27-S si el resultado dependiera solo de la inteligencia y el dominio del temario.

Su hándicap siempre fue una ambición contenida. Y un adepto a la 'realpolitik' me dijo hace años que un político que aspire a mandar -como Mitterrand, que ganó a la tercera- debe estar dispuesto a todo. A todo. En caso contrario, no tendrá la resolución (o la falta de manías) necesaria. Y aquí Iceta tiene límites. Una pista es que a los 16 años no se apuntó a Felipe González, o a Jordi Pujol, sino a Tierno Galván y el PSP.

Ayer por la mañana, antes del acto de EL PERIÓDICO, me sorprendió:

-¿Cómo vas?

- Estoy contento, lo paso bien y digo casi todo lo que pienso.

- ¿Resultados del 27?

- Ni idea. Pero damos la cara.

Y la exposición fue un bordado con pocas inhibiciones. Palo a Artur Mas, al que a veces ha dicho apreciar. La candidatura de Junts pel Sí es una estafa porque impide pasar revista a sus cinco años de gobierno. Es una mentira porque promete la independencia ya, algo imposible. Y originará frustración porque mucha gente de buena fe que se siente humillada -como yo- por el ninguneo a Catalunya de la sentencia del Constitucional les ha creído. Y si ganan tendrá una gran decepción.

Duro y suelto. Aunque eso conduce a la tan improductiva demagogia. Pero no. La crítica fue racional, documentada y recurrió más a la ironía aguda que a la descalificación. Lo de Obama no le ha sorprendido. Recurrió a una cita del presidente americano de hace meses en la que ya decía lo mismo. Albiol todavía no había amenazado con una gran manifestación contra la declaración unilateral de independencia, pero Iceta ya advirtió que decir no, y regodearse en el no rotundo, lleva a la esterilidad. Y alimenta el independentismo. Propone reformar la Constitución para que pueda ser votada en referéndum -y aprobada- tanto en España como en Catalunya. Confiesa que no será fácil, que lo siente pero que no hay solución mágica.

Si ganan los del sí intentarán lo que prometen. Pero si no ganan, no desea frentes. Habrá que intentar un gobierno de izquierdas que quiera afrontar la crisis, preocuparse del Estado del bienestar, moralizar la política y lograr un pacto que satisfaga a Catalunya dentro de España. Abierto tanto a los del sí, que reconozcan que si han perdido lo responsable es incrementar el autogobierno, como a los del no, que sepan que las cosas deben cambiar. ¿Apellidos? Habló de un pacto de voluntades porque hoy por hoy algún partido se ha subsumido en una lista.

A la salida un empresario me dijo que la propuesta Iceta era lo que acabaría pasando, lo racional. Pero la vida es compleja. Una de las cosas que aprendí –hablando en los 60 con viejos republicanos– es que en 1931, en las históricas municipales que provocaron la caída de la Monarquía, el partido con más materia gris, que se oponía desde el centroizquierda a la derecha de Cambó, era Acció Catalana. Pero ganó ERC, un pupurri catalanista improvisado por Francesc Macià a partir del prestigio logrado con la fallida invasión de Catalunya por Prats de Molló. ¿Y si Iceta, aunque se haya soltado a bailar, fuera Acció Catalana? Claro que Junts pel Sí no es la ERC del 31. Es también un pupurri pero son como mínimo dos partidos y a Macià ni se le pasó por la cabeza ir de cuarto en ninguna lista. Además, la España de Felipe VI es muy diferente a la de Alfonso XIII.