Opinión | LIBERTAD CONDICIONAL

Lucía Etxebarria
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'Mindhunter' y la violencia sexual

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La serie 'Mindhunter'  (creada por David Fincher) ha sido una de las series revelación de Netflix. Ya ha sido renovada por una segunda temporada. Relata la  historia de unos agentes del FBI que buscan comprender la mente de un asesino en serie. Los que la hayan visto entera recordarán cómo todos los asesinos que aparecen en ella son hombres que asesinan a mujeres. 

Esto tiene una explicación. La Universidad de Radford junto con la de Florida han creado la mayor base de datos conocida sobre asesinos en serie: 4.743 asesinos. Los datos de la base provienen, precisamente, del FBI. Desde los años 70, el porcentaje de asesinas seriales mujeres no supera el 10%. Una asesina por cada nueve asesinos.

Las asesinas en serie se podrían clasificar así: compañeras de asesinos en serie que eran las subordinadas de un «asesino alfa» (Myra HindleyRosemary WestKarla HomolkaJoana OgataMonique Olivier); envenenadoras; enfermeras que asesinan a pacientes: viudas negras que se casan con varios hombres a los que asesinan para heredar; asesinas por dinero, que se quedan con el dinero de las víctimas. Y, por último, las asesinas de sus propios hijos y de niños.

Muchas de entre ellas son psicópatas En otros casos, padecen trastornos psiquiátricos. Por ejemplo, enfermeras o asesinas de niños que creen que la muerte sería mejor que la vida para sus víctimas. Pero no existe ninguna asesina que mate a hombres en solitario para procurarse placer sexual con ello.

Existen hombres asesinos seriales de niños y hombres, pero no son tan comunes (Denis NilsenJeffrey Dahmer...). Se trata de un asesino en serie gay que mata a hombres gais ( normalmente a chaperos) y a niños. 

Las patologías psiquiátricas y la criminalidad son siempre el resultado de la sociedad que las crea. Bien lo explica en 'Mindhunter' Debbie, la estudiante de sociología novia del agente Holden Ford. Por lo tanto, deberíamos poner los datos en contexto.

Desde los años 70, el porcentaje de asesinas en serie no sube del 10%. Una por cada nueve asesinos

Uno de cada tres hombres españoles ha acudido a prostitutas. El negocio de la trata de mujeres mueve en España cinco millones, cinco millones, de euros diarios. Un tercio, un tercio, de las mujeres traficadas son menores de edad, adolescentes de entre 14 y 17 años, muchas veces captadas desde Europa del Este o América Latina, que provienen de un entorno de violencia y desprotección.

Solo he citado datos de España, país donde en los últimos años entre 50 y 80 mujeres son asesinadas por sus parejas. Los datos a nivel global serían espeluznantes.

El sociólogo James DeFronzo lo explica así: «Las normas que prescriben lo que se considera o no violento contribuyen a dar forma a las fantasías de los asesinos en serie, y les ayudan a objetificar y deshumanizar a sus víctimas». Es decir, en esencia, el asesino en serie no se diferencia mucho de ese tercio de españoles que se van de putas, y que no quieren preguntarse si la mujer cuyos servicios han comprado está allí contra su voluntad. No se diferencia de esos honrados padres de familia, tan apreciados por sus colegas, que violan a niñas ( porque pagar por una menor traficada es una violación) y que en muchas ocasiones tienen hijas. Padres que no se plantean –porque no les interesa– preguntarse sobre la edad del bombón que se le ofrece en un club o en una página de internet, aunque el bombón tenga aspecto de que podría ser menor de edad.

Y hay que tener en cuenta que en ningún estudio serio se ha podido probar que las mujeres sean consumidoras de prostitución. A excepción de casos puntuales y sin relevancia.

El asesino en serie, por tanto, no es más que la cima de la pirámide de una violencia sexual estructural ejercida por los hombres y dirigida a quienes consideran inferiores. Hacia mujeres, hombres gais «femeninos» (los chaperos víctimas de asesinos en serie suelen ser los débiles y afeminados), niñas y niños.  Hacia lo que no se perciba como masculino, viril y fuerte.

El hombre que va a un club para acompañar a unos clientes y cerrar un negocio, o para celebrar una despedida de soltero, a un club en el que las chicas son del Este o latinas, es un hombre violento y no lo sabe, porque participa y es cómplice, y ejerce también violencia, sutil e invisibilizada, aunque no tenga sexo con una chica.

Puede que entre ese hombre y un serial killer no haya tanta diferencia. Quizá es solo una cuestión de grado. Aunque a él le daría miedo aceptarlo. Más incluso que enfrentarse a un asesino.