Dos miradas

Millet y el espejo

¿Será la sociedad catalana capaz de mirarse en el espejo de la corrupción y asumir su imagen?

Fèlix Millet, junto a Jordi Montull, en la Audiencia de Barcelona, en abril del 2014.

Fèlix Millet, junto a Jordi Montull, en la Audiencia de Barcelona, en abril del 2014.

EMMA RIVEROLA

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1 de marzo, empieza el juicio del caso Palau. Ya sabemos los detalles. Y más que sabremos. Millet y el resto han tenido ocho años para prepararse… Ocho años para hacer inventario mental de todo lo robado y tejer la red de excusas o de amenazas o incluso de chantajes para salir lo mejor parados. Por la sala se van a pasear los apellidos más ilustres de la sociedad catalana. Los que poblaron durante décadas los ecos de sociedad. Los titulares de las principales empresas del país. Los que siempre, en todas las épocas, supieron aliarse o formar parte del poder. Incluso, los apellidos esculpidos en los mausoleos señoriales del cementerio de Montjuïc.

Asistiremos a todo tipo de estrategias exculpatorias. Por supuesto, también las de persecución política. Nada nuevo. Con Banca Catalana empezó todo… Muchos ciudadanos, muchos, sentirán que son los suyos los que están en el punto de mira de la justicia. La tentación de cargar a unos con la culpa pero exonerar a otros será poderosa. ¿Será la sociedad catalana capaz de mirarse en el espejo de la corrupción y asumir su imagen? Mientras el nacionalismo alimenta el relato de una Catalunya que derrocha superioridad moral frente a España, el caso Palau nos desnuda. Y nuestro reflejo no es tan puro como requieren los cánones de la épica. Negarlo nos obliga a situarnos en el terreno de la emoción y expulsar la razón. Detrás del espejo está el país de las maravillas. Pero es falso.