EL AMFITEATRO

Mermelada amarga

Un 'Eugenio Oneguin' idílico y campestre en la Komische Oper de Berlín

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ROSA MASSAGUÉ

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'Eugenio Oneguin', la novela en verso de Aleksandr Pushkin, tiene una trama débil, pero la poesía del escritor hace que este drama que contiene todos los elementos del romanticismo con el añadido de su carácter ruso, tenga mucha entidad. En la ópera de Tchaikovski basada en la novela, la trama es todavía más débil, pero el resultado musical es brillante, es una de las grandes obras para la escena del compositor. Una producción de Barrie kosky en la Komische Oper de Berlín le añade una dimensión idílica aunque acabe, como no puede ser de otra manera, en la desolación.

A final de la pasada temporada y principios de esta el Liceu ofrecía 'La flauta mágica' en una producción en la que kosky presentaba la ópera de Mozart como si fuera una película de cine mudo con añadidos de comic. El resultado era sorprendente. Esto, sorprender, es lo que acostumbra a hacer este director de escena que es también el director de la Komische Oper berlinesa. Y sorprendente es su 'Eugenio Oneguin', estrenado a principios de año y repuesto ahora en aquel teatro.

La novela y la ópera cuentan la historia del joven Oneguin que es llevado a la finca de los Larin por su amigo Lenski, novio de Olga, una de las dos hijas de la casa. La otra hija, Tatiana, es una joven tímida, introvertida, que vive refugiada en la lectura de novelas. Al conocer a Oneguin se enamora perdidamente de él y durante la noche le escribe una carta declarándole su amor. A la mañana siguiente el joven la desengaña diciéndole que él no es hombre para llevar una vida matrimonial, lo que humilla a la chica. 

El día de la onomástica de Tatiana pilla a Oneguin de mal humor, especialmente porque Lenski le ha llevado a la fiesta, y por despecho decide coquetear con la novia del amigo. Naturalmente aquello acaba mal, tan mal que en un duelo entre los hasta entonces amigos Oneguin mata a Lensky. Años después de haber deambulado por Europa regresa a San Petersburgo. Asiste al baile del príncipe Gremin para descubrir que la esposa del anfitrión no es otra que Tatiana convertida ahora en una gran dama. El hombre ya no tan joven a quien los años no han borrado la desazón tras aquellos días juveniles en casa de los Larin descubre que está enamorado de aquella mujer y en ella reverdece aquel amor juvenil, sin embargo, no está dispuesta a traicionar al marido. Y así acaba, con un Oneguin desesperado consciente de cómo se ha equivocado en la vida.

Según el libreto, la primera escena de la ópera transcurre en el jardín de la casa de los Larine, pero kosky hace que toda la obra se desarrolle en el exterior, en un claro del bosque. Lo hace con un decorado totalmente realista, con la hierba, las irregularidades del terreno y los árboles al fondo, de una gran belleza, obra de Rebecca Ringst. Una excelente iluminación de Franck Evin refleja el paso de las horas, pero también los cambios que registran los personajes.

Es un lugar idílico en el que la fiesta de Tatiana con todos los invitados parece una traslación al escenario de un desayuno en la hierba pictórico. Es un espacio de libertad en el que solo al principio del tercer acto que transcurre en la casa del príncipe, habrá unas paredes sobre la hierba que son retiradas para que la última escena, la del encuentro final entre Oneguin y Tatiana, vuelva a ser en aquel lugar idílico del principio, solo que una lluvia que cae realmente sobre el escenario es la metáfora de que el paraíso no puede existir para ninguno de los dos. 

De principio a fin la mermelada es un hilo conductor de esta producción. Cuando empieza la ópera, Larina, madre de las chicas, y la aya Filipievna preparan mermelada de fresa. Los protagonistas la prueban repetidamente lamiéndose los dedos. La carta que Tatiana envía a Oneguin va encerrada en un tarro vacío. Al final, en la última escena reaparece el tarro que está tirado en la hierba.

Había mucha homogeneidad en las voces, con un Oneguin bellamente interpretado por Günter Papendell. Tatiana era en esta ocasión Nadja Mchantaf (Asmik Grigorian había estrenado esta producción). Completaban el reparto Karolina Gumos (Olga), Ales Briscein (Lenski), Christiane Oertel (Larina), Önay Köse (príncipe Gremin), Margarita Nekrasova (Filipievna) y Christoph Späth (Triquet).

Henrik Nanasi, cuya dirección en el Liceu de 'La flauta mágica' no hizo una gran impresión, por el contrario llevó a la orquesta de la Komische Oper con gran acierto en este 'Eugenio Oneguin' traduciendo la transparencia de una partitura llena de grandes melodías. También fue destacada la intervención del coro del teatro.  

Una curiosidad final. Entre los varios idiomas de los subtítulos para seguir la obra estaba el turco. Asimismo, el programa de mano incluía un resumen en este idioma.  

Ópera vista el 2 de diciembre.