IDEAS
Los libros leídos de Sant Antoni
Una reflexión al calor de la polémica sobre la reubicación del mercado dominical de libros
Uno se pasa media vida odiando los anuncios de Navidad hasta que, de repente, protagoniza uno. Pero uno sin mentiras. El viernes, mis mejillas se sonrosaban al calor del licor de hierbas que nos servían durante una sobremesa en el Bar Ramón (citaré a ET para definirlo: "Mi casa"), cuando comenté que en un rato había quedado con el portavoz del mercado dominical de libros de segunda mano de Sant Antoni. Si hubiera lanzado una bengala en el retrete del bar (con este lleno de licor café) no se habría alborotado más todo. En cuestión de segundos, varios comensales enarbolaban cucharillas, uno de la barra mascullaba tras su bigote de espuma de cerveza que la polémica venía del anterior alcalde, David contactaba telefónicamente con un cliente bien informado y Yolanda especulaba con tino sobre la reubicación de las 'paraditas'. No estuve en las tabernas donde Stefan Zweig dice que se creó 'La Marsellesa', pero el ambiente debía de ser parecido.
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Una red espontánea porque ese mercado nos importa. Mucho. Yo primero fui a cambiar cromos. Luego a completar mi colección de Teos. Y la de 'Elige tu aventura'. Allí descubrí después el ejemplar a dos tintas de 'La historia interminable', el ilustrado de '20.000 leguas de viaje submarino', ese otro de tapa dura de 'Últimas tardes con Teresa'. Y un disco de Sam Cooke. Allí compré los libros de mi vida y entendí que no quería morir sin escribir los míos. Cuando trabajé a los 20 años poniendo discos en la discoteca New York y cobraba en unos sobres (lo más cerca que he estado de la política activa) que me entregaban al final de la noche en unos cuartuchos que, se decía, habían ocupado antaño prostitutas, remontaba la Rambla y luego hacía tiempo para, de todos los usos que podría dar a los billetes a esa hora, invertirlos en cazar libros cuando el Dominical despertaba (no sé si David Ghetta podrá decir lo mismo). Leo siempre lápiz en mano porque allí aprendí que los mejores libros son los que están subrayados, vividos: encontré resultados de partidas de mus en una página de Dickens y aprendí que nada es para siempre cuando leí en otra de Jane Austen la dedicatoria de un novio incauto: "Este libro, tú y yo: juntos para siempre". Pobres.
Joan Mateu, el portavoz, me comentó después que siguen discutiendo: aunque se supone que las casetas podrán volver a rodear el nuevo Mercat cuando acaben las obras, se impone que sean muchas menos. Y yo creo que deberían ser más. Más cultura popular. Dice Cormac McCarthy que los libros están hechos de libros. Pero eso es porque los libros están llenos de vida. Y la vida de este Sant Antoni, cada vez más gentrificado y extraño y robótico, debería seguir llena de vecinos y de libros. De libros leídos.
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