Menos es más (a veces)

El zapeo compulsivo proporciona en ocasiones gratas sorpresas. Me sucedió no hace mucho, cuando topé con una chica que cantaba, con una voz espléndida y emotiva, una canción en catalán, acompañada únicamente por un guitarrista. Luego vino una en castellano, también buenísima, y se acabó lo que se daba. Me quedé sin saber quiénes eran los que me acababan de proporcionar un ratito de felicidad, pero no tardé mucho en descubrirlo: atendían por María Arnal y Marcel Bagés y acababan de publicar un disco, '45 cerebros y 1 corazón', con el que me hice unos días después en la FNAC junto al nuevo de Ray Davies, 'Americana', que es, por cierto, lo mejor que ha grabado en solitario el líder de los Kinks en su vida, ¡a los 72 añitos!

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Poco acostumbrado, como estoy, a recibir alegrías del pop catalán (y español en general), la escucha de '45 cerebros y 1 corazón' me ha devuelto la esperanza concebida hace años con el primer disco de Manel: había vida en el pop doméstico, gente con talento y sensibilidad que, a veces, hasta conseguía el favor del público. Decía Mies Van der Rohe que menos es más, y el disco de Arnal y Bagés lo confirma: es de una desnudez absoluta, poco más que voz y guitarra, pero hay sinceridad, sentimiento y entusiasmo. Y talento, claro, pues con lo anterior no basta. Seis temas en catalán y cinco en castellano, que suele ser lo ideal para no vender nada ni en Cataluña ni en España, pero espero que eso no suceda porque el disco vale mucho la pena. Lejos de la dulzura algo acaramelada de Silvia Pérez Cruz, la voz de María Arnal, a veces airada, a veces aflamencada, siempre eficaz, es de una contundencia emocional insólita por estos pagos, y la guitarra de Marcel Bagés va mucho más allá del mero acompañamiento.

Reivindicativo sin el menor tono panfletario, tierno cuando conviene y salvaje cuando es necesario, '45 cerebros y 1 corazón' es una bienvenida rareza en el panorama del pop español. Si es que se trata de música pop, lo que tampoco está tan claro, pues la propuesta es como un grito austero y seco que no se olvida de la belleza y del sentimiento. Lo dicho: a veces, el zapeo proporciona unas agradables sorpresas que te alegran unos minutos de la vida mientras esperas, tirado en el sofá, que empiece la película o el telefilm de turno.