El futuro de la imagen

Memoria perdurable menguante

La banalización temática y la poca calidad material hacen de los documentos actuales piezas efímeras

selfie

selfie / periodico

RAMON FOLCH

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Florentino Ariza, el protagonista de la novela 'El amor en los tiempos del cólera', de Gabriel García Márquez, encuentra y compra una foto de estudio de Fermina Daza, su amada, en una librería de lance. Se le regala cuando ambos son ya ancianos. "Me la hice hace cincuenta años...", le dice ella con nostalgia. Y recuerda el día en que se lavó, peinó, pintó y engalanó a fondo para ir al retratista, donde pasó una mañana entera posando.

Conservo varias fotos de familiares de hace un siglo o incluso más, similares a la de Fermina. Van montadas sobre un sólido cartón festoneado. La gente encargaba copias al retratista y las distribuía entre parientes y amigos, por eso algunas acababan en librerías de lance. Son fotografías muy bien hechas, tiradas sobre papel indeleble. Mis bisabuelos Mònica y Pau todavía me miran nítidamente desde una de estas maravillosas fotos, que tengo enmarcada. Es de 1890.

Hace poco consulté 'Le vite', de Giorgio Vasari. La primera edición es de 1550. Conserva intacta aquella portada tan historiada y las hojas como recién impresas. Se editaron solo unos pocos centenares de ejemplares, pero ahí están. En cambio, algunos de los libros que publiqué hace pocos decenios ya tienen el papel amarillento y las imágenes medio desvanecidas. Por no hablar de mis diapositivas de hace apenas 30 años, casi todas descoloridas.

ARCHIVOS DIGITALES 

Hoy en día nos hacemos montones de fotos. Pero es raro que alguien disponga de un retrato de calidad, bien encuadrado e iluminado como es debido, editado de forma perdurable. ¿Qué imagen conservarán de nosotros nuestros bisnietos, suponiendo que puedan abrir los archivos digitales actuales? ¿Y qué será de nuestras bibliotecas y hemerotecas? Quizá las digitalizarán, ¿pero habrá 'software' para leerlas de aquí un siglo? Las tablillas cuneiformes sumerias, de modesto pero perdurable barro cocido, permanecen claramente legibles 5.000 años después. Los jeroglíficos egipcios grabados en piedra hace 3.000 años, también. Da que pensar.