La clave

El medallero y la raza

Belmonte muerde su medalla de oro tras ganar la final de los 200 mariposa

Belmonte muerde su medalla de oro tras ganar la final de los 200 mariposa / periodico

JUANCHO DUMALL

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Establecer un paralelismo entre los resultados deportivos de los países y su nivel de desarrollo es un exceso. Basta recordar el caso de la desaparecida República Democrática Alemana (RDA), una máquina de lograr medallas olímpicas (con trampas) y también un país que acabó en un colapso sin precedentes con la caída del muro. Pero el medallero de Río muestra algunas tendencias evidentes. EEUU (121 medallas) sigue manteniendo cómodamente el estatus de máxima potencia deportiva mundial. Y China (70 medallas) y Gran Bretaña (67) superan en metales a Rusia (56), Alemania (42), Francia (42) y Japón (41). Ahí acaba lo que podríamos calificar como la primera división del deporte mundial.

¿Y España? Con sus 17 medallas, forma parte de una meritoria segunda división junto a países de gran tradición, como Italia, Corea del Sur, Australia, Holanda y Hungría, y el país organizador, Brasil. Allí se instaló España con ocasión de los Juegos de Barcelona y en ese vagón puede seguir si las inversiones, públicas y privadas, en el deporte de élite no sucumben con los recortes.

Corresponde a los especialistas analizar en qué disciplinas ha cumplido la delegación española con las expectativas y en cuáles las ha defraudado, pero esa disección debería alejarse lo más posible del tono triunfalista/nacionalista que destilan algunos medios deportivos. Esos que suelen apelar a la «raza» de los atletas patrios, como si esa cualidad, con la que se alude a un incansable espíritu combativo, la tuvieran Nadal, Gasol o Belmonte y les flaqueara a rivales como MurrayDurant o Phelps.

Testosterona

Como ocurrió con los últimos éxitos de la selección de fútbol, los deportistas españoles que han triunfado en Río lo han hecho muy lejos de los parámetros tradicionales de la testosterona y la furia. De hecho, la mejor noticia ha sido el impresionante resultado de algunas mujeres. La selección femenina de baloncesto y la saltadora Ruth Beitia, por poner dos ejemplos, marcan un camino que no debería tener retorno.