Al contrataque
Medallas de hojalata
La Generalitat es hoy poco más que un escudo grabado en un papel de carta, un rehén sin dinero y sin poder
Ernest Folch
Editor y periodista
ERNEST FOLCH
A veces lo más importante queda sepultado por lo más evidente. Eso es lo que sucedió hace pocos días cuando Artur Mas, tras una de sus conducciones vertiginosas por la curva fatal que separa a Unió de ERC, soltó, como quien no quiere la cosa, una frase lapidaria: «Las finanzas de la Generalitat están fuera de control». A los escribas que sobreinterpretan cada respiración sobre el 9-N, precisamente por no formar parte del tema, se les escapó la dimensión de esta afirmación, que por si alguien creía que era un lapsus fue rematada así a continuación: «El Gobierno central ha destruido nuestro gobierno». No se sabe qué es más sorprendente: que una persona moderada como Mas pronuncie estas afirmaciones apocalípticamente reales, o que nadie las destaque debidamente.
Y es que, proceso aparte, o quién sabe si gracias a él, el president admite por fin abiertamente lo que era un secreto a voces, es decir, que la Generalitat está con telarañas en la caja, sin ninguna capacidad de maniobra en la gestión del día a día y atada de pies y manos. Es decir, se admite oficialmente que Catalunya se ha quedado sin autogobierno y nos enteramos de soslayo, como si fuera una vulgar nota a pie de página. Pero la estupefacción aumenta dos días después, en sede parlamentaria, cuando Mas da un giro optimista y esta vez nos asegura, al estilo de Rajoy, que Catalunya ha empezado a salir de la crisis gracias al esfuerzo que está haciendo su Govern y que pretende llegar hasta el final de la legislatura. Pero a ver, ¿en qué quedamos? ¿El Govern está destruido o el Govern nos está sacando de la crisis? ¿Pilotamos un coche sin ruedas o estamos ganando la carrera? Lo que es seguro es que las dos cosas a la vez son imposibles. Ya es conocido que la política es el arte de decir una cosa y su contraria con 24 horas de diferencia sin que se note, pero alguien debería también ponerse en la piel del ciudadano que asiste a este surfing cada vez más desconcertante.
Un ejercicio de ficción
Las escasas noticias que nos llegan de la anémica gestión gubernamental es que Montoro le dice que no a Mas-Colell, que Fomento le da las migas a Santi Vila y que Wert ha conseguido que unas cuantas escuelas empiecen ya el curso imponiendo su 25% de castellano. Y es que la Generalitat, hoy, es desgraciadamente poco más que un ejercicio de ficción, un escudo grabado en un papel de carta, un rehén sin dinero y por supuesto sin poder. Pretender, cuando hay que ponerse medallas ni que sean de hojalata, que la acción de gobierno es responsable de una pretendida recuperación -solo macroeconómica y sin traducción alguna en la economía real- es un ejercicio de propaganda que nadie se puede tragar. A una institución en ruinas y en estado de semisitio solo le queda ya una misión tan difícil como necesaria: garantizar una consulta que reclama una mayoría aplastante de la sociedad catalana. Todo lo demás es accesorio.
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