'Mea culpa' del director

ENRIC HERNÀNDEZ

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Esto, más que un artículo, es un desahogo personal; espero, apreciado lector, que lo sepa disculpar. Nunca he entendido el magnetismo que Cayetana Fitz-James Stuart, a quien Dios tenga en su gloria, despierta en la sociedad española desde tiempos inmemoriales. Desde que era niño, cuando por vez primera distinguí su rostro en televisión y escuché su voz quebradiza, me pregunto cuáles son las razones que explican la atención que siempre le han prestado los medios de comunicación, así como la devoción que le profesan muchos españoles.

El fallecimiento de la duquesa de Alba ha agudizado esta íntima desazón mía, y en busca de respuestas me fuerzo a leer entre líneas los lapidarios con los que la han despedido las autoridades españolas. «Figura relevante de las artes, el coleccionismo y el mecenazgo" (Mariano Rajoy, presidente del Gobierno). «Fue una mujer libre y valiente que se puso el mundo por montera" (Alfonso Guerra, diputado del PSOE). «Persona con un carácter fuerte, una personalidad ligada a las costumbres de la comunidad que siempre vivió como quiso vivir" (Susana Díaz, presidenta de la Junta andaluza). Vano esfuerzo

A diferencia de su padre, ministro, primero embajador franquista y luego antifranquista a fuer de monárquico, los méritos laborales de la jefa de la Casa de Alba se circunscriben a la conservación de su ingente fortuna y del patrimonio cultural familiar, heredados y engrosados gracias a las millonarias subvenciones agrícolas que cosechó como la primera terrateniente que era de toda España. Lo que tal vez fuera motivo de envidia, mas no de elogio.

Próxima a la Casa del ReyCayetana atesoraba títulos nobiliarios (hasta 18 veces Grande de España) y honoríficos, sumó bodas, gozó del flamenco y los toros y copó durante décadas las revistas y programas del corazón. Hasta aquí su obra.

Símbolo de otra época

Y he aquí el 'mea culpa' del director: ¿a qué viene entonces dedicarle la apertura de la web, portada y ocho páginas de la edición impresa? No siempre la prensa puede sustraerse a los fenómenos sociales que no acierta a comprender, y el adiós a la duquesa de Alba, un símbolo de otra época, es uno de esos casos.