La rueda

Max Cahner y la vigencia de su legado

Todo lo que construyó el activista nacionalista sintetiza la obsesión recentralizadora del PP

SAÜL GORDILLO

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Revista de Catalunya evista acaba de publicar un monográfico dedicado a Max Cahner como «artífice de la recuperación cultural y creador de estructuras de Estado» catalanas. En tiempos de platocracia y política de trending topic, a las puertas de unas elecciones que apuntan a una segunda transición con aires recentralizadores, fijarse en la obra de Cahner, primer conseller de Cultura de Jordi Pujol, puede parecer una frivolidad periodística. Cahner (1936-2013) forma parte de la historia del país por los proyectos que lideró: Serra d'Or, Edicions 62, Enciclopèdia Catalana, ley de normalización lingüística, Teatre Nacional, TV-3, Catalunya Ràdio, Arxiu Nacional, Curial Edicions, relanzamiento de Revista de Catalunya

Su obra es fundamental para entender la Catalunya autonómica que estos días está en liquidación por el proceso constituyente en el Parlament y por la ofensiva del Gobierno del PP. Todo lo que Cahner simboliza es lo que hoy el ministro Cristóbal Montoro considera desviaciones presupuestarias y malgasto identitario. El legado del activista cultural expulsado de España en 1964 por nacionalista (catalán) sintetiza la obsesión recentralizadora de los grandes partidos españoles y supone un contrapunto a la última pantalla que eclipsa con corrupción la acción de gobierno de Pujol.

El autonomismo conservador del president dio cobijo a figuras capitales para la cultura y la identidad catalana como la de Cahner, que fue uno de los fundadores de Nacionalistes d'Esquerra y militó en Convergència hasta su distanciamiento, que le llevó a fundar Acció Catalana, asociada con ERC a mediados de los 90. En este sentido, la trayectoria de Cahner es vigente. Se avanzó a su tiempo y recuerda la transversalidad soberanista de Junts pel Sí.

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