Dos miradas

Mas y la CUP

EMMA RIVEROLA

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El papel de Mas en el procés es determinante para aquellos votantes convergentes que le han seguido en su evolución independentista. Y una figura tóxica para aquellos que quieren construir un nuevo país sin la lacra de la corrupción. Entre todos los anhelos independentistas, algunas visiones son tan dispares que resultan irreconciliables. Porque hay quien aspira a construir una trinchera para combatir el capitalismo global, romper los dogmas económicos y apuntalar la sociedad en la más radical democracia directa. Pero también están los que solo contemplan una Catalunya independiente para elevar su poder, su influencia y sus dividendos. Sin rendir cuentas y, a ser posible, con las menos voces discrepantes posibles. Al servicio de ese país, tan nuevo y tan viejo, un coro de cheerleaders sobreexcitado ha apuntado los altavoces hacia la CUP, exhortándola a apoyar la investidura de Mas. El acoso no deja de ser incongruente. Si el procés es un movimiento de abajo arriba como afirman, cambiar la cabeza no debería resultar un problema.

La CUP hará básicamente lo que quiera. A quien se ve con fuerzas para romper con la troika, difícilmente le temblarán las piernas con el club de fans, por mucho que aúlle. La imputación de Mas es una presión más, pero al enemigo ideológico se le puede dar agua, pero no hace falta entregarle las armas ni, tampoco, la presidencia de la Generalitat. La  asamblea decidirá.