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Más país, menos cultura

XAVIER BRU DE SALA

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He aquí la cuestión: si en la nueva etapa de Catalunya la cultura ocupará un lugar tan secundario como en el periodo que va de la transición a nuestros días o bien, cerrado el oscuro paréntesis autonómico, volverá a convertirse en eje vertebrador y espejo crítico de la sociedad.

De la Renaixença a Pujol, resistencia al franquismo incluida, no se entiende Catalunya sin su ingente esfuerzo cultural. De Pujol en adelante, la cultura fue puesta en cuarentena, bajo estricta vigilancia, expulsada del ágora, con connivencia de los medios de comunicación, y condenada a enfrentarse a la propia endogamia. ¿Alguien ajeno a la cultura ha levantado un dedo para señalar la anomalía? Esta lista no tiene ni un nombre. ¿Deberemos andar por el mismo camino?

Sabe mal reconocerlo, pero a día de hoy no se observa ningún síntoma, ni uno, que invite a la esperanza. Según los partidos a los cuales se les debería suponer, en principio, un mínimo de sensibilidad cultural -todos menos PP y Ciutadans- el tema no existe. Ningún líder o dirigente, ni que sea de segunda fila, hace tan siquiera la menor mención a la función de la cultura en una sociedad líder en bienestar, de las que figura que debemos imitar, igualar y sobre todo superar en modernidad y ejemplaridad. ¿Que piensan las nuevas izquierdas? No piensan en eso. Pedir al ANC o a la CUP alguna sensibilidad en este sentido sería una ridícula extralimitación, claro está. ¿Pero, y Òmnium? ¿No se llama Cultural? ¿Hemos llegado al extremo de tomar el nombre de la cultura en vano? ¡Claro! ¡Y con total impunidad! Si el nuevo presidente, Quim Torra, que es un culturalista, mira de reencontrar la entidad con sus orígenes, es probable que lo desacrediten. Ya que la batalla es otra, mejor no perder el tiempo y las energías en cuestiones secundarias.

¿Qué es la cultura en Catalunya? Apenas una maría. Y gracias.

¿Existe alguna posibilidad de mejora? No sin presentar batalla.