El futuro de Catalunya

Mas o Junqueras

Si el líder de ERC no se sabe contener y favorece la caída del 'president', habrá roto la unidad soberanista

XAVIER BRU DE SALA

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Como resultado del gran éxito de la manifestación de la Diada, los aromais (impacientes partidarios del ahora o nunca) se sienten amos del panorama político, del calendario y casi de medio mundo. Solo faltará que la próxima semana los independentistas ganen el referendo escocés y la olla exprés del 9-N entrará en ebullición. Según los cálculos de la Moncloa y las mentes más preclaras de Madrid, cuanto antes explote, mejor, porque los pedazos se esparcirán y la energía acumulada se disipará. En otro caso, tampoco cederían ni un milímetro en la determinación de prohibir la consulta, pero la irrupción y el progresivo refuerzo de la consigna de la desobediencia catalana es una razón de más, y muy poderosa, para que Madrid no cambie de posición. Que discutan, que se peleen, que se dividan, que se dispersen, que rompan la unidad. Que Mas convoque elecciones inmediatas y las pierda ante Junqueras. Muerto el perro, se acabó la rabia. (A lo largo de la historia, la España dominante, no la que nos gustaría, siempre ha tenido suerte: un imperio caído del cielo; la muerte del hermano mayor del archiduque Carlos de Austria que hizo ganar a Felipe V una guerra muy complicada; los Cien Mil Hijos de San Luis; los pronunciamientos militares... Tanto si gana como si pierde, España no pacta).

Los duunviratos no han durado nunca. Cambiar de conductor -entiéndase de 'president'- en medio de un camino tan incierto y cuando se acercan las curvas más pronunciadas del proceso es como mínimo una maniobra arriesgada. Y si encima se pisa el pedal del acelerador, más nos vale no describir los peligros. No es coherente hablar de unidad y pretender que el 'president' de la Generalitat practique la desobediencia institucional ante la más que previsible prohibición de la consulta del 9-N. A estas alturas, tanto los partidarios del derecho a decidir como la creciente masa social independentista deberían ser conscientes de que su mejor activo se llama Artur Mas. Quizá no todos se dan cuenta de la extrema debilidad en la que se encuentra, entre la pared de la legalidad y la espada de la desobediencia empuñada por el angelito Junqueras. Esta suerte de ultimátum se añade a la dificultad que tiene Mas, asimismo extrema, de concurrir a unas elecciones plebiscitarias con unas siglas, las de CiU, que se han ganado a pulso -y aún más las de CDC- el descrédito, acentuado por la confesión del patriarca Pujol.

Maniobras divisorias

La euforia desencadenada por la Diada del 2014 es del todo justificable, pero no es el mejor de los estados de ánimo si se pretende preservar al líder y evitar así las maniobras divisorias que ya han empezado. La independencia de Catalunya es una posibilidad cierta, pero las prisas de los 'aromais' no son el menor de los obstáculos. En vez de tomar conciencia de que el próximo año los catalanes seremos convocados dos veces a las urnas ordinarias -municipales y generales-, toma cuerpo la idea de poner el arado delante de los bueyes.

A ver si nos acordamos. El acuerdo sobre la fecha y la pregunta se estableció con el sobreentendido de que la consulta tenía muy pocas posibilidades de celebrarse. Precisamente por ello, se confiaba en la hipótesis de que la prohibición decantaría no pocas voluntades, ahora indecisas, hacia la independencia. Cuando el caso del Estatut ya tuvimos una experiencia muy evidente de los efectos de la incomprensión de Madrid, contraria a la voluntad popular de los catalanes. Sin la sentencia del Constitucional no se explican las movilizaciones masivas que se han sucedido en los últimos años. De manera similar, la prohibición de la consulta supondría, según las previsiones, unos efectos similares o superiores de frustración. Más que de votar, se trataba de sumar. Con posterioridad se han producido dos fenómenos, la irrupción de la nueva izquierda y, como consecuencia, la radicalización de ERC.

Dado que el 9-N no se abrirán los colegios electorales y el modelo de Arenys de Munt no tiene validez, Junqueras estará tentado de apuñalar a Mas acusándole de colaboracionista y de haber traicionado la legitimidad democrática catalana y el mandato soberanista del Parlament. Un coro creciente le empuja a eso. Si no se sabe contener y encontrar una fórmula para concentrar los esfuerzos soberanistas en las municipales y retrasar las autonómicas, o cualquier otra que favorezca la continuidad de Mas, habrá hecho añicos la unidad. Mas habrá pasado, en solo dos años, de cruzar el rubicón del desafío soberanista a presentarse en el foro de la Ciutadella con el puñal de Brutus-Junqueras clavado en el pecho.