Mas en el espejo de la historia

Joaquim Coll

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El martes, mientras los líderes mundiales y cerca de 300 supervivientes de Auschwitz asistían a la conmemoración del 70 aniversario de la liberación del campo de concentración, símbolo de la barbarie nazi, Artur Mas aprovechó la ocasiónpara confrontar su plan secesionista con la actualidad mundial. Ya en otras ocasiones no había dudado en establecer paralelismos históricos de su lucha política con la India de Gandhi, la Sudáfrica de Mandela o con el movimiento por la igualdad de derechos raciales en EEUU liderado por Luther King. Esta vez se atrevió también con el Holocausto. «Nuestras armas no son los fusiles, ni las bombas, ni las cámaras de gas», afirmó en el acto que se celebró con motivo de ese aniversario en el Parlament. Cuando el president se atreve a decir algo tan disparatado, a caer en la impudicia de referirse a las cámaras de gas para poner en valor su supuesta voluntad de negociación y diálogo frente a una España intolerante, es que estamos ante un problema que desborda lo político para entrar en un terreno próximo al delirio.

Pero como la rabiosa actualidad estaba todavía en Grecia, Mas no resistió tampoco la tentación dejar de compararse con el joven Alexis Tsipras y afirmar que en Catalunya la regeneración democrática la encarna el soberanismo y tiene, claro está, otros nombres y apellidos. Sorprende que se meta en este jardín en una semana en la que los múltiples escándalos que afectan a la familia Pujol abren titulares, y en la que finalmente se verá obligado, porque ERC ya no quiere que la acusen de cómplice, a comparecer en la comisión sobre fraude fiscal y corrupción política. Otra consecuencia de tanta sobredosis de regeneración democrática es que ya no se pondrán más bustos de padres de la patria en el Pati dels Tarongers. Como a Pujol ya no se lo pueden poner, tampoco a nadie más. Casi mejor, la verdad.

No parece tampoco que el pacto de Syriza con una fuerza derechista, xenófoba y euroescéptica merezca a Mas mayor consideración que la de confirmar la tesis de que la soberanía nacional se imponea otras diferencias ideológicas. Un articulista convergente como Francesc-Marc Álvaro alababa ayer el profundo sentido de Estado del primer ministro griego y sacaba lecciones para el proceso catalán ahora que ICV comete el error de desmarcarse de una posible hoja de ruta soberanista entre Mas y Junqueras. Y es que seguimos prisioneros de ese idolatrado concepto del siglo XIX, la soberanía, una idea primitiva y en el fondo predemocrática. Por eso la tan llamativa alianza de Syriza con los ultranacionalistas se explica más fácilmente cuando comprobamos que la apelación a la soberanía nacional es el elemento central de cualquier populismo, de izquierdas o de derechas. Aquí sucede lo mismo.