GOBIERNO Y OPOSICIÓN DIALOGAN

Más de dos horas en la Moncloa

Rajoy y Sánchez harán frente común contra el 1-O, pero el PSOE insiste en la reforma constitucional

JOAN TAPIA

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El viernes 30 de junio el congreso de Comisiones Obreras eligió al vasco Unai Sordo secretario generalUnai Sordo , y el pasado lunes el presidente Mariano Rajoy lo recibió. Normalidad total. Pedro Sánchez fue reelegido líder del PSOE el 21 de mayo. Rajoy no lo recibió hasta el jueves 4 de julio. Anormal, máxime cuando esta próxima semana se tiene que votar el techo de gasto del 2018, muy relevante para la economía.

No se trata de buscar culpables sino de señalar que, en un país con graves problemas, la falta de comunicación directa entre el presidente y el jefe de la oposición solo puede ser negativa. ¿Significó el encuentro del jueves un cambio de inflexión? Parece que sí. Pasada la gran y muy áspera disputa por el poder, la racionalidad gana tracción. En el 2016 Rajoy creía tener derecho a gobernar porque encabezó la lista más votada en dos elecciones sucesivas. Pero había –y hay– en el Parlamento más diputados de otros partidos que del PP. Era normal que si Rajoy optaba por no ir a la investiduraSánchez lo intentaseSánchez. Así pasó y alcanzó un pacto transversal con Albert Rivera. Pero no sumó lo necesario, porque Podemos no solo se situó al margen sino que votó junto al PP. Rajoy acabó ganando, pero Sánchez –sintonizando, como se ha visto, con las bases socialistas– se negó a facilitar su investidura

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TRES AÑOS ASEGURADOS

Ahora Rajoy no solo es presidente, sino que –salvo accidente– tiene seguros tres años de legislatura. Porque en la reciente moción de censura, al vetar a Rivera, Pablo Iglesias volvió a dejar claro que no había mayoría alternativa, y porque Rajoy –y el malabarista Montoro– han forjado una heterogénea mayoría para los Presupuestos. Sánchez sabe que Rajoy será presidente hasta el 2019 (quizá el 2020), y Rajoy, tras la gran victoria de Sánchez en las primarias Sánchez , que el jefe de la oposición será el dirigente socialista del que más cosas le separan. Que además será implacable con los casos de corrupción. Como el PP de Aznar lo fue con Felipe González (Filesa, GAL), y el de Rajoy con Zapatero (Estatut, proceso de paz, austeridad del 2010).

A Sánchez no le gusta que Rajoy gobierne, y el presidente habría preferido a Susana Díaz. Pero con estos bueyes tienen –ambos– que arar. Y hay un punto común. Saben –ambos– que gobernar España contra el viento de Europa llevaría al desastre. Populares y socialdemócratas son la primera y la segunda fuerza del Parlamento Europeo, y en algún caso (Alemania) gobiernan en difícil coalición. Y ni Rajoy piensa en un 'brexit' español ni Sánchez en Venezuela.

ACUERDOS MÍNIMOS

La relación debería, pues, ser de pelea fuerte y dura pero de fluida comunicación. El modelo sería más el del tándem Suárez-González frente al deplorable González-Aznar o el Zapatero-Rajoy. No será nada fácil, pero en algún asunto se tendrán que entender o alcanzar pactos de mínimos. Un caso claro es el de Catalunya. Nadie que quiera gobernar España puede contemplar que –saltándose la Constitución, que Catalunya también votó– el Estado se pueda romper.

Fue uno de los acuerdos del encuentro del jueves en la Moncloa. El Estado de derecho no puede mirar hacia otro lado ante un convocado referéndum unilateral. Y hubo, al parecer, otro acuerdo. Ninguno de los dos cree que, salvo imprevisto, se deba recurrir al artículo 155, que, aunque es plenamente constitucional, como ha dicho Felipe González, no se ha utilizado nunca.

Pero hay diferencias. La realidad actual demuestra que el recurso del PP contra el Estatut del 2006 –y contra Zapatero– solo sirvió para envenenar el conflicto. Y la ausencia de diálogo político posterior todavía ha empeorado las cosas. Por eso la propuesta socialista de crear en el Congreso una subcomisión para estudiar una reforma de la Constitución debe contemplarse. El maximalismo independentista dirá que son cacahuetes, pero no es algo tan distinto de la comisión sobre Catalunya que proponía hace poco Francesc Homs. Y el PP, sin mayoría, tampoco la puede vetar.

CUMBRE POSITIVA

Pero lo más positivo de la cumbre es que personas cercanas a los dos no dudan en describirla como "correcta, necesaria, fluida, densa y útil". Y en las más de dos horas de conversación se trataron asuntos en los que las posiciones, diga lo que diga Irene Montero, deberían aproximarse: pensiones, reforma de RTVE, euro, refugiados, cambio climático tras el portazo de Trump… El 40% del tiempo se dedicó a la situación europea y mundial. Está bien, porque negociar exige empezar por los puntos en los que las diferencias sean menos profundas y porque –no seamos celtibéricos– lo que pase en el mundo globalizado es lo que inevitablemente nos va a afectar más.