Primero las ideas, después, las personas
La CUP, a diferencia de Mas, no tiene nada que ver ni con el 'business friendly' ni tiene un tesorero en la cárcel
Artur Mas quiere ser presidente. Y está en su derecho pero eso no significa que no pueda haber una alternativa. El llamado proceso pende de un hilo por un nombre. ¿Qué debe priorizarse, las personas o las ideas? La CUP, bregada en la lucha en la calle y que ha hecho de la resistencia y de la defensa de unos determinados valores su razón de ser, pide que al frente de la Generalitat no esté la misma persona que accedió al cargo haciendo gala de ser el que mejor recortaba y cuyo grupo en el Congreso se limitó a abstenerse en la reforma exprés de la Constitución (el famoso artículo 135) que nos ahogó a todos un poco más. Por no hablar de su apoyo a la reforma laboral o a la amnistía fiscal del PP. Tampoco debería ser alguien que cuando habla de los casos de corrupción que salpican a su partido niega que se haya hecho nada mal. Mientras, su tesorero, Andreu Viloca, lo escucha desde la cárcel.
El debate va más allá de los nombres, es una cuestión de fondo. Pasar de ser un presidente orgulloso de ser 'business friendly' a defender una renta de la ciudadanía, que Convergència siempre se ha rechazado, es una evolución demasiado drástica para que sea del todo creíble. Tampoco acaba de ser verosímil la conversión independentista de algunos dirigentes de CDC. Entre los más jóvenes y los nuevos cuadros con los 40 ya cumplidos parece que es de corazón. Josep Rull siempre ha sido independentista. En otros suena aún más a impostura obligada. ¿Cuando un 'conseller', y no precisamente del sector crítico, reconoce en privado que fían su futuro al resultado del 20-D cómo hay que interpretarlo? Pues la razón (y la hemeroteca) invitan a pensar que tal vez el ADN convergente no ha cambiado tanto –para alegría de más de un votante y sorpresa de alguno de última hora-.
El problema, enquistado a fecha de hoy, es que al otro lado hay un presidente que quiere ganar esas elecciones generales y a quien el conflicto catalán le va de perlas para remontar en las encuestas. Tampoco el líder del PSOE, Pedro Sánchez, parece dispuesto a buscar una solución de verdad para resolver el desafío planteado por Catalunya. Solo una reforma constitucional difusa con más apariencia de parche que de encaje para recuperar puentes rotos. El PSC, esta campaña con Carme Chacón al frente, no es que reniegue del derecho a decidir, es que al elector, más de un día le costará distinguir su discurso del PP. Una lástima. Y el texto presentado este fin de semana por Albert Rivera es un "cierra España" versión moderna. El discurso de la disciplinada Inés Arrimadas en el Parlament tampoco invita a pensar que exista una salida. Así que solo Podemos y Alberto Garzón,Alberto Garzón que salen los últimos en la parrilla del 20-D, se atreven a plantear que los catalanes puedan pronunciarse en una consulta a la escocesa.
El propósito de este artículo no es defender una declaración que, como sus impulsores bien saben, es inconstitucional. El objetivo, modesto, es describir el cruce de caminos sin salida en el que se encuentra ahora el llamado 'procés'.
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