El debate de la desigualdad de género

Más allá del niño de Bescansa

El episodio de la diputada de Podemos refleja lo que falta por recorrer en el ámbito de la igualdad

MÁRIAM MARTÍNEZ-BASCUÑÁN

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De la polémica creada por Carolina Bescansa estos días lo primero que tenemos que agradecer es el hecho de haber situado el debate sobre la socialización de los cuidados en el terreno de la discusión pública. El gesto puede ser discutible o mejorable, pero ha conseguido impactar con gran fuerza en ese espacio público que define lo que es político, lo que es importante o lo que hay que reducir a mera anécdota. Curioso que en estos momentos se proyecte en las salas de cine 'Sufragistas', cuyo argumento central gira en torno a la posibilidad de hallar un espacio que acapare toda la atención mediática para hacer visible un reclamo de larga trayectoria como lo fue la reivindicación del voto a favor de las mujeres.

Lo segundo que tenemos que agradecer es la posibilidad de cuestionar el supuesto pluralismo del debate público. Parecía que con la violencia de género habíamos aprendido sobre la importancia de introducir en ese espacio público temas relativos a relaciones personales de la vida cotidiana que a priori no tienen una lectura política. Que un hombre maltratara a su pareja era hasta hace poco una cuestión que debía mantenerse en la esfera íntima.

El día de la constitución de las Cortes resultó paradójico observar que al mismo tiempo que Patxi López pedía un pacto de Estado sobre este asunto (reconociendo que 'lo personal' puede ser 'político'), otra gente era incapaz de hacer una lectura política en el gesto de Bescansa.

¿LUGAR INAPROPIADO?

Se dijo además, en tercer lugar, que el sitio para hacer la protesta no era apropiado. Los actos de protesta política son tales, precisamente, porque se hacen en lugares que en principio resultan 'inapropiados'. Así sacó a la luz los conflictos potenciales que surgen de las definiciones androcéntricas de los lugares de trabajo. El androcentrismo consiste en asumir socialmente que los patrones de vida de los hombres representan la norma de lo que tiene que ser el 'comportamiento humano' y que por tanto, las mujeres deben adaptarse a ellos.

Desde esta perspectiva, existe también una definición androcéntrica del sujeto trabajador que asume que el trabajador normal es aquel que no se embaraza o que no amamanta a un niño. El principio de antimarginación esgrimido por una extensa bibliografía feminista habla de la necesidad de proveer de las condiciones necesarias para la participación de las mujeres en la vida pública, algo que incluye guarderías, socialización del cuidado de ancianos, o la posibilidad de dar el pecho a los niños en público.

Se añadió, en cuarto lugar, que esa estrategia no era la adecuada porque el Parlamento es el sitio donde es posible presentar una propuesta de ley para solventar los problemas. Ciertamente, el Parlamento es donde los representantes deben hacer ese trabajo porque ejercen nuestra 'representación sustantiva'. Pero Hanna Pitkin también nos ayudó a entender la «dimensión simbólica» de la representación y cómo la construcción de imágenes en el espacio público ayuda a legitimar a determinados sujetos en determinados espacios, ejerciendo determinadas prácticas.

ESTEREOTIPOS SEXISTAS

Por ejemplo, el de una mujer embarazada que es ministra de Defensa pasando revista a las tropas. Esta foto de Carme Chacón tuvo un impacto internacional porque trastocaba 'lo natural'; un territorio típicamente masculino, como es el Ejército, siendo supervisado por una mujer en su condición más típicamente 'femenina', como es la gestación de un embarazo. Así lo explicaron E. Lombardo y P. Meier en The Symbolic Representation of Gender.

Sin embargo para algunos, en quinto lugar, la imagen habría tenido más impacto si hubiese estado protagonizada por un hombre. No acabo de entender cómo un hombre puede ser 'representativo' del problema de la feminización de los cuidados, o de que la responsabilidad respecto del trabajo de cuidados está distribuida según el género.

Ese gesto abría la posibilidad de un debate colectivo que nos interrogaba en tanto que sociedad: ¿cuáles son los estereotipos sexistas que determinan esta distribución de la responsabilidad del cuidado según el género? ¿Cómo organizar institucionalmente los cuidados para liberar a las mujeres de estas responsabilidades no remuneradas? ¿Cómo eliminar de los lugares de trabajo obstáculos a la igualdad de oportunidades?

La polémica y el escándalo surgidos al hilo del 'niño de Bescansa' nos proporciona una idea bastante nítida de todo el camino que nos queda por recorrer a este respecto. Por supuesto es obvio que esta explicación aspira a describir la objetividad de lo ocurrido, no la intencionalidad de quien lo hace, que puede haber estado guiada por un interés de captar la atención partidista antes que por el ánimo de activar una estrategia específicamente feminista.