ANALISIS

Eterno estancamiento

Los resultados académicos dependan cada vez más del origen social y del capital cultural familiar

Una niña cuelgasu mochila en el CEIP Antoni Gaudí de Cornellà.

Una niña cuelgasu mochila en el CEIP Antoni Gaudí de Cornellà.

XAVIER MARTÍNEZ CELORRIO

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Una primera lectura de los resultados PISA 2015 es la confirmación del preocupante estancamiento durante los últimos 15 años. En matemáticas, la puntuación española del 2015 (486) es calcada a la de 2003. En lectura (496) y en ciencias (493) son casi las mismas puntuaciones que en el año 2000. No hay cambio de tendencia. La educación española sigue estancada en un flujo constante e imperturbable a pesar del aumento del nivel educativo de los padres durante todos estos años, de los planes de mejora de las consejerías de educación y de la introducción de las TIC en las aulas.

Una segunda lectura que deberá hacerse tras analizar al detalle los resultados es el posible impacto de la crisis y de los recortes en la desigualdad de resultados. En el anterior PISA de 2012 ya aparecía una tendencia preocupante de menor equidad y mayor influencia del origen social sobre los resultados. En España y Cataluña, por ejemplo, el peso determinante del origen social sobre los resultados PISA había aumentado un 24% entre 2003 y 2012. Es esperable que ahora el estancamiento se acompañe de mayor desigualdad en 2015 y, por lo tanto, los resultados dependan cada vez más del origen social y del capital cultural familiar. En tal caso, la parentocracia se impondría a la cada vez más más difícil función igualadora de la escuela, muy debilitada por los recortes en profesorado, inversiones y becas. 

En 2014, el director de PISA, Andreas Schleicher compartía mesa de debate con el ministro Wert y perfiló un duro diagnóstico de los males del sistema español. Los resultados se estancan porque predomina la didáctica tradicional basada en la memorización, que penaliza los errores y no personaliza el aprendizaje en un contexto donde ni profesorado ni centros tienen suficiente autonomía y libertad creativa para innovar. De los 60 países analizados en PISA en los últimos años, 40 han mejorado resultados, pero no España. A pesar de contar con menor ratio en el aula, mejores salarios iniciales de los maestros o acoger menor tasa de alumnos "problemáticos" que Singapur o Finlandia. No hay mejora, le decía Schleicher a un Wert con piel de elefante que responsabilizó al profesorado de todos los males del sistema por no impulsar " los cambios necesarios en la didáctica de los temarios". Ya se sabe, los malos son los otros.

LO DOGMÁTICO Y LO RAZONABLE

La nefasta reforma LOMCE, aplaudida y defendida por Rajoy y todo el PP en su momento de gloria, va a contracorriente de toda la evidencia científica sobre lo que funciona en educación. Es lo más dramático y peligroso porque lo dogmático se ha impuesto a lo razonable sin permitir un debate fundamentado sobre los cambios necesarios que requiere la educación española. Otros países como Alemania, Polonia o Estonia, sin fetichizar a PISA, la han sabido utilizar para incorporar micro-reformas que han mejorado sus resultados durante estos años. España sigue en su limbo. Estancamiento en resultados, mayor desigualdad y desinversión pública que refuerzan la parentocracia. Es una mala herencia que el futuro pacto educativo debe saber revertir con inteligencia sociológica.