Dos miradas

Mars Attacks!

La sensación de catástrofe inminente se ha apoderado de todos nosotros con la llegada de Trump

Donald Trump atiende a los medios a la entrada de la Trump Tower en Nueva York, el pasado viernes.

Donald Trump atiende a los medios a la entrada de la Trump Tower en Nueva York, el pasado viernes. / EV

JOSEP MARIA FONALLERAS

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Tal como nos ha ido recordando la web de EL PERIÓDICO, hoy se cierra la cuenta atrás para que Donald Trump sea presidente. Entrar en la página y comprobar cómo los segundos se iban escurriendo en este reloj de arena digital, sin clemencia, sin freno, de forma ineluctable, daba una cierta sensación de vértigo. «Ya estamos», pensabas, ahora sí que ya no hay nada que hacer. Así es como nos hemos tomado la certeza de que un personaje tan extraño, tan dudoso, con tantas sombras, sea el mandatario con más poder efectivo del mundo. La sensación de catástrofe inminente se ha apoderado de todos nosotros a la espera de las noticias que han de confirmar o desmentir la posibilidad de una auténtica hecatombe.

De hecho, sin embargo, hay una circunstancia, en el ascenso de Trump, que conviene destacar. Es la indignidad. Y es la estupefacción ante esta indignidad. La imposibilidad de saber cómo se traducirá en la figura de un cargo que, tanto si lo miramos con la displicencia o el desprecio europeos como si lo veneramos con devoción americana, siempre se han rodeado de un aura de distinción política. Excepto cuando los marcianos atacan. ¿Recuerdan 'Mars Attacks!', de Tim Burton, aquella memorable escena en la que el presidente estrecha la mano del rey de los marcianos y es la mano misma (la marciana) la que se adentra en la espalda del presidente y emerge a través del pecho, entre los gritos y alaridos de Jack Nicholson? Pues eso mismo. Durante cuatro años