Marroquí de adopción

NAJAT EL HACHMI

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Dicen que la mejor imagen que podemos encontrar de nosotros mismos es la que nos devuelven los ojos del enamorado. Cuando se trata de determinados colectivos, países o culturas o civilizaciones que digamos que no son los dominantes, no es necesario ir tan lejos. Con ser parte de la mirada del otro ya te basta. Ser vistos, identificados, descritos ya es un gran éxito para los que forman parte de los márgenes más que del centro. Juan Goytisolo ha tenido este papel para el mundo árabe, Marruecos y los inmigrantes en España. Con sus discursos públicos y artículos periodísticos ha sabido proyectar una mirada diferente sobre el mundo árabomusulmán. Lo ha hecho siempre desde la necesidad de dar voz a quienes no la tienen, sin paternalismos pero consciente de su papel de mediador. También lo ha hecho con mucho amor.

En las calles de Vic de finales de los años 80 y principios de los 90, sin parabólicas ni mezquitas, ningún elemento exterior nos enlazaba con Marruecos. Por esto el descubrimiento del programa Al-Quibla de Juan Goytisolo la recuerdo con una emoción aún viva hoy. La melodía inicial, las imágenes de aquel mundo lejano, la voz del escritor describiendo con pasión un universo desconocido para el público español y el entusiasmo con el que quería transmitirlo, hacerlo visible. Eso era amor por un mundo que justo entonces nosotros empezábamos a olvidar y a mí me sirvió para apaciguar un poco la pérdida. Años más tarde Goytisolo destacaría como una de las voces que se posicionaron en los hechos de El Ejido a favor de los immigrantes, reivindicando para los temporeros musulmanes lo que la opinión pública les negaba, la universalidad de los derechos humanos. Muchos años más tarde tuve la ocasión de cenar con el autor en Casablanca. No sé si pude transmitirle la emoción que me provocaba aún su voz, una emoción que por encima de todo es agradecimiento.