Dos miradas

Marina muerta

Abramovic vuelve a jugar con la muerte, su muerte. El día que toque, promete el entierro de tres cuerpos

JOSEP MARIA FONALLERAS

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Marina Abramovic es una artista contemporánea que tiene la particularidad de tener un abuelo que es santo de la iglesia ortodoxa serbia. Poca broma. Además, la nieta del santo hace décadas que monta performances: desde hacer incisiones en una mesa con un cuchillo, a toda velocidad, tratando de hacer pasar el cuchillo por los agujeros que dejan los dedos de la mano (sin éxito: terminó ensangrentada) hasta plantarse en un museo esperando que el visitante de turno se siente ante ella para mirarlo fijamente durante un cuarto de hora, en silencio. Todo esto está grabado, que es la gracia de las performances. Es famosa la escena en la que un antiguo amante que hacía siglos que no veía, su excompañero Ulay, se acerca a la silla y se sienta delante de Abramovic. No dicen nada. Al final, ella medio se emociona y continúa con el show. Con este artista amado habían ideado Deathself, una acción que consistía en juntar los labios y extraer el oxígeno de la pareja hasta la extenuación (real) por exceso de dióxido de carbono.

Ahora, Abramovic vuelve a jugar con la muerte, su muerte. El día que toque, promete el entierro de tres cuerpos (el suyo y dos réplicas) de forma que nadie sabrá dónde se pudre la auténtica Marina muerta. El invento obligará a la familia a ir a tres funerales y los fans tendrán que visitar tres ciudades si quieren asegurar un homenaje póstumo a la artista. A mí me pasa que cada vez que me entero de inventos como este, lloro de emoción.

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