La crítica negativa

DOMINGO RÓDENAS

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

¿Cuándo puede o debe cargarse un crítico a un autor? La pregunta se la hacía en 1970 el crítico alemán Marcel Reich-Ranicki al frente de una antología de críticas demoledoras, algunas sobre escritores como Günter Grass, H. M. Enzensberger, Anna Seghers, Martin Walser o Peter Weiss. ¿Qué legitimidad tiene un crítico para afirmar que un libro (o una película) que él considera malo es en efecto malo, es decir, para elevar la expresión de su gusto subjetivo a juicio de valor estético? Esos interrogantes sobre el sentido de la crítica destructiva siguen abiertos. Reich-Ranicki dedicó el largo prólogo a esa antología a contestarlos y a exponer su concepto del ejercicio crítico, dentro del que no cabía el varapalo gratuito ni la ambigüedad elusiva, ni la reseña abstrusa ni la cortesía ecuménica: el crítico puede ser arrogante y hasta pedantesco, pero debe ser claro y no rehuir el compromiso.

El ensayo de Reich-Ranicki acaba de traducirse con el título de Sobre la crítica literaria (Elba, 2014), acompañado por un epílogo de Ignacio Echevarría. Ambos textos invitan a reavivar el debate en torno a las condiciones en que la actividad crítica debe y puede ejercerse, sobre todo en contextos históricos dominados por el confusionismo y la indigencia intelectual, en los que el razonamiento ha sido sustituido por la publicidad. Es en estos contextos (el nuestro) en los que la crítica tiene que asumir de forma más beligerante su función discriminadora, lo que implica tanto el aplauso ponderado como la desestimación fundada pero inequívoca. «Lo que es malo es malo y hay que decirlo», escribió Theodor Fontane en el siglo XIX, pero en una sociedad donde quienes tienen que decirlo no pueden -o no osan- hacerlo, sobre esa crítica negativa o higiénica sobrevuela la sombra de obedecer a causas espurias. El resultado es desalentador: tanto la crítica benévola como la negativa están bajo sospecha.

El problema no es menor en absoluto. Pero si hay que superar los recelos ante una de las dos críticas, es más saludable quedarse con la que discierne y excluye. En la indistinción y la falta de jerarquía estética no hay construcción que valga.