Marcando diferencias con Escocia

JOAN SOLÉ

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Nos fijamos tanto en el referéndum escocés que incluso más de uno debe de haber sentido el “no” como propio. No deberíamos. Desde el momento en que Salmond y Cameron llegaron a un acuerdo para materializar el proceso, aquí en Catalunya hemos ido construyendo nuestro camino siempre con la sombra de Escocia y el respeto que nos merecía Inglaterra. Ellos llegaron a un acuerdo, contaban con una oposición negociadora y han convivido con una campaña leal tanto por un lado como por el otro. Todo, originado por la tercera persona del singular, él, Alex Salmond.

Cuando el año pasado estuve viviendo en Inglaterra, me sorprendió la cantidad de gente que conocí que sabían algo del proceso catalán, de hecho, hice una sesión informativa en el centro donde estaba estudiando para explicarlo cómo se merecía. Personas de origen asiático, americano, europeo y africano llenaron la pequeña sala en la cual mostraba el conflicto histórico y político desde la unión dinástica entre Fernando II e Isabel I. En aquel momento, para encontrar un precedente próximo que concretara mis ideas y los anhelos catalanes para votar, intentaba exponer un paralelismo con Escocia. Lo hacía, pero los ingleses que asistieron, tanto al final de la sesión hasta la mayoría de veces que salía el tema catalán y escocés dentro o fuera de los pubs, me insistían: “no es lo mismo”. Replicaba, “why not?”. “Muy fácil de explicar, por lo que nos has dicho y hemos visto, en Catalunya el movimiento sale de la calle”.

La percepción de la mayoría de ingleses respeto el referéndum escocés era: “esto es una obsesión de su primer ministro”. Me hacían memoria de un momento de la victoria de Andy Murray en la final de Wimbledon para hacerme un dibujo del carácter de Salmond: “fue ganar, que él empezó a jugar con su bandera. Es todo el rato, yo, yo y yo”.

Las diferencias

Inglaterra me enseñó que el caso catalán y el escocés son muy diferentes, y muchos catalanes no lo hemos querido ver. El movimiento soberanista que apuesta por el derecho a decidir nace el 2012, a raíz de la manifestación de la ANC en Barcelona y después de una década donde la frustración nacional catalana tiene como verdugo el Partido Popular de las cuatro millones de firmas y el Estatuto del Tribunal Constitucional que rechaza la definición de nación. Es un movimiento ascendente, no descendente como el que propició Alex Salmond.

Considero que este “no” a la independencia de Escocia nos ayudará más de lo que creemos, refuerza la idea de que estos conflictos sólo se pueden resolver a partir del voto. Y motiva a las entidades favorables a la independencia a hacer una lectura de los errores que podrían haber cometido los de la campaña ‘Yes Scotland’.

La clave del resultado

Desaparecer. La disposición de Cameron para admitir el referéndum, y su poca implicación en la campaña del ‘no’ hasta que una encuesta dio la primera victoria al “sí”, ha sido una de las claves porque el argumento sobre el mal trato desde Londres quedase ligeramente placado y no materializado en un solo individuo. Él mismo lo dijo en uno de los últimos mítines: “yo no estaré aquí para siempre”, la bruja se irá y nos dará más libertad –competencias-. Posición radicalmente contraria a la de Mariano Rajoy, que a base de negación y discursos de miedo y conflicto, no ha hecho más que crecer el número de partidarios del derecho a decidir y, de rebote, de quienes votarían “sí-sí”. Igual que Cameron, Rajoy desaparece, pero sin dar ninguna respuesta al conflicto, “wait and see”, lo que le hará perder Catalunya.

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