Maragall

La sospecha de una corrupción endémica encubierta de superioridad moral nos obliga a revisar la historia reciente

EMMA RIVEROLA

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Juanjo Puicorbé, flamante fichaje de ERC, ha calificado a su jefe, Alfred Bosch, como el Pasqual Maragall del siglo XXI. Ada Colau ha definido al que fue alcalde socialista durante 15 años como el mejor que ha tenido Barcelona desde el retorno de la democracia. Es extraordinaria tanta admiración por un político que sumó más de un sonoro desprecio mientras estaba en activo.

Es imposible saber qué planes tendría Maragall para Barcelona y Catalunya si la enfermedad no hubiera secuestrado su mente, aunque es probable que dijera algo que hoy nadie dice, proponiendo algo que muchos no entenderían y denostarían. Porque él seguiría fiel a sus maragalladas,maragalladas esas ideas propias y ambiciosas que le acarrearon tantas burlas y alguna calculada campaña de difamación como la del alcalde borracho.

Es extraordinaria tanta admiración… Hace tan solo diez años, Maragall escupió a CiU aquel áspero: «Ustedes tienen un problema, y ese problema se llama tres por ciento». El país tembló. Jordi Pujol le acusó de hacer daño a Catalunya y Artur Mas amenazó con boicotear el Estatut. Maragall se vio forzado a retirar la acusación por el bien de la negociación. Hoy, la sombra de aquel 3% (¿solo?) planea de forma más intensa sobre la política catalana. La sospecha de una corrupción endémica encubierta de superioridad moral nos obliga a revisar la historia reciente. Algún día, para ser un país normal, alguien quizá deberá pedirle perdón a Maragall.