Pequeño observatorio

La máquina que ha venido de Bolivia

JOSEP MARIA ESPINÀS

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Caminando por la calle de Consell de Cent, voy dando unas rápidas ojeadas por las tiendas. Y de golpe me he de parar. Junto a una pequeña entrada, incorporada al acceso de lo que me parece un bar, hay un soporte sobre el que veo una máquina de escribir. Una Olivetti antigua, de color azul claro, exactamente como la mía. Podría serlo. ¿Es un elemento ornamental aquella máquina?

Entro en el café, donde también se venden otros pequeños productos, y hablo con el chico que veo detrás del mostrador. Le cuento que yo trabajo con una máquina como esa y que me ha sorprendido ver otra a pie de calle. Como objeto decorativo. Pero pronto me doy cuenta de que un café como este no es habitual. Ni el chico, que se llama Braddey, ni su madre, que ahora no está, y se llama Jeny. ¿Y de dónde ha salido la máquina? La han traído de Bolivia, porque este chico es boliviano.

Espacio de relación

Un pequeño cartón sobre la máquina avisa: 'Prohibido tocar'. Es un recuerdo. Como una máquina de coser que hay al lado. Quizá también traída desde Bolivia. Y una explicación:  Recordando viejos tiempos. El chico es agradable, dice que la gente del barrio confía mucho en él. Braddey y su madre han creado un espacio de relación. El local Coffee with Bread, incluso llamándose así, es lo contrario de la afectación que quiere ser moderna. Le pregunto a Braddey porque ha puesto una máquina de escribir antigua como si estuviera en un escaparate. «Para que usted lo pregunte», responde, divertido.

Ha entrado una mujer y ha pedido una barra de pan. El chico la saluda y la clienta dice gracias. «¿La máquina de escribir antigua también ha venido de Bolivia con ustedes?». «Sí, señor». «¿Y funciona?». «Sí, señor, funciona. ¿Quiere probarla?». Toma la máquina del escaparate y la deja en el mostrador. Pone un papel. Escribo un par de frases improvisadas. Por suerte, no pico ninguna tecla equivocada. Un gesto de amor por la antigua hermana boliviana.