PERSPECTIVAS

Manzana, ensalada, compota

El FMI constata que no se crece más en España por los males endémicos del paro, deuda y la escasa productividad

Christine Lagarde responde a los periodistas en la rueda de prensa celebrada ayer en Washington.

Christine Lagarde responde a los periodistas en la rueda de prensa celebrada ayer en Washington.

Josep-Maria Ureta

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Pocas veces se tiene la oportunidad de escuchar de un gobernante anunciar que el país va a ir peor y que quienes lo dirigen no pueden ponerle remedio. Y encima aseverar lo que más discuten los científicos de la economía, cómo prevenir los cambios de ciclo.

Dijo la ministra Soraya Sáenz de Santamaría en funciones de portavoz gubernamental, el 13 de octubre, que España se encamina hacia la recesión por razones de política interna, apuntando al nordeste peninsular como origen de la tormenta huracanada. Dicho esto en coincidencia con la cumbre de otoño del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, tiene su mérito. Sobre todo porque en esa misma reunión en Washington el FMI exhibió a España como modelo de éxito de sus recetas, largamente aplicadas como talla única en todo el orbe, de reducir todo aquello que impida la libre competencia global, empezando por los salarios y siguiendo por las políticas elementales de protección social.

Tenemos que doña Soraya enmendó la plana a los del FMI y aseguró que el crecimiento español en el 2018 se iba a rebajar tres décimas, del 2,6% sobre el PIB previsto al 2,3%. Los torpes del FMI –según los cálculos de los gobernantes españoles— ya habían pronosticado un crecimiento para España durante el 2018 del 3,1. El diferencial, que equivale a 30.000 millones, no consta que se deba a que los economistas del FMI ignoren la potencia de Catalunya en la revisión de datos. Más vale leer todo el informe del FMI y que afecta al total de la península: no se crece porque haya lastre a estribor de la economía española sino por tres males endémicos compartidos, alto desempleo, apenas enmascarado por los contratos basura, pésima productividad y excesivo endeudamiento.

    Vale la pena, ya que estamos en análisis de los financieros reunidos de todo el mundo (ministros de Finanzas, salvo España que envía al de Economía porque habla inglés) detenerse en el último parámetro denunciado  por el FMI, la deuda pública española. ¿Quién la suscribe? ¿Lo seguirá haciendo? ¿Y si no, qué?

    La agitación política catalana y española van poniendo fechas en el calendario. Es la política y merece todo el apoyo de los demócratas. Pero hay otro calendario inexorable, europeo y global, que afectará mucho más de lo que parece. Marca el 26 de octubre como la fecha posible, salvo que la interinidad alemana lo desaconseje, de que el Banco Central Europeo (BCE) acuerde dejar de pagar la fiesta a los países del euro que han basado su recuperación (sí, ahí está el 3,1% español) en endeudarse sin límite, sean estados o grandes empresas. Los 60.000 millones mensuales inyectados por el BCE desde hace tres años pueden empezar a reducirse.

    ¿Quién ha pedido ese crédito a riesgo cero? Por parte de España, el Gobierno sin recato ni continencia, los bancos lastrados por sus demenciales apuestas por el ladrillo, y las grandes empresas (éstas, al menos, responden por la buena marcha de sus negocios). Lo que han hecho Gobierno y bancos privados, empezando por los que estrenan sede en Valencia y Baleares, ha sido comprar deuda española hasta límites difíciles de detectar en sus balances. Y  a su vez, el Gobierno del PP ha elevado su endeudamiento a cotas estratosféricas, con una capacidad de recaudación fiscal inferior a la griega, y ha disimulado el uso del fondo de reserva de las pensiones convirtiéndolo en deuda pública, es decir, pasar de un bolsillo a otro del mismo pantalón.

    Así llegamos a la recuperación de una alegoría de hace 10 años sobre la difícil distinción de quién debe a quién en un modelo financiero global. Es fácil separar manzanas frescas de las carcomidas en un cesto. Es más difícil recuperar y separar trozos de manzana en una ensalada de frutas. Pero si hay compota de manzana, es imposible.

    Sostener que España puede ir a peor por culpa de propuestas políticas catalanas es ignorar que, en términos financieros, ambos no están en una cesta ni en una ensalada europea. Son compota en todo. Y es a ese todo al que señala el FMI y, en unos días lo acentuará el BCE, no a la pretendida distinción de unos y otros contendientes políticos. Quién arrastra a quién en la prima de riesgo española, nuevo capítulo a partir del día 26. ¡Pesados!