Reto independentista

Manolo y el tema

Le recuerdo también que los problemas políticos hay que abordarlos políticamente y no agrandarlos en los tribunales

'Senyeres' y 'estelades' en la histórica manifestación de la Diada del 2012.

'Senyeres' y 'estelades' en la histórica manifestación de la Diada del 2012. / periodico

SÍLVIA CÓPPULO

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Cuando el resto de los invitados se aleja, Manolo, granadino de alta alcurnia, buenos modales y un gracejo inigualable, le pone tiento, pero se atreve con el tema. Hace horas que el sol se ha puesto en Toledo. Nos hemos reído con aquel "se queda" sobre Neymar, pero ni el Barça ofrece ya escapatoria. "¿Votaréis?", me pregunta. Por encima de todo buscaré mantener el buen tono personal, sin desaprovechar la ocasión para hablar con claridad. ¿Qué información le llega a mi interlocutor?, me pregunto íntimamente. "Pues parece que el Gobierno catalán está decidido a poner las urnas, y el español, dispuesto a impedirlo", contesto. Y se calla.

Cuando inquiera sobre el peso del independentismo, responderé que la gran mayoría de la población lo que quiere precisamente es poderlo votar en un referéndum. Y que el día 2 de octubre, pase lo que pase, se tendrá que hablar. "¿Hablar de qué?", me dice mirándome a los ojos y replicando la posición inmovilista en la que Mariano Rajoy se ha sumido. Insistiré una vez más en que el Gobierno español debería plantearse por qué el apoyo al independentismo ha crecido tanto en tan pocos años, le recuerdo también que los problemas políticos hay que abordarlos políticamente y no agrandarlos en los tribunales, y que más de 2,3 millones de personas que se fotografiaron con una sonrisa en los colegios electorales en el 9-N no pueden ser radicales.

Cuando asome en la conversación el miedo por la esquina, Europa y el sentido común lo acabarán minimizando, y será entonces cuando me confiesa que él votó a favor de que Catalunya se independizara en la encuesta que publicó un diario "afín".  Interpreto que, harto del tema, su posición fue un "si se quieren ir, que se vayan de una vez".

Manolo es un hombre viajado y culto. Conoce bien Barcelona, y con cordialidad proclama que la gente es muy amable en Catalunya. Hay silencios en este diálogo porque hay respeto. "¿En qué idioma piensas?", me pregunta al fin antes de atender a la orquesta e invitarme a bailar 'Despacito'. Sonrío. Hemos dado unos pasos en la buena dirección.