Al contrataque

Mañana es tarde

ANA PASTOR

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Se muere. Ves cómo pasa ante tus ojos su dolor, su miedo y las pocas fuerzas que le quedan ya. Se muere delante de ti. Se hace pequeño mientras la enfermedad avanza. Te dijeron que había una cura. Te dijeron que había llegado vuestro turno. Te prometieron el medicamento. Todo hubiera sido diferente si desde el principio os hubieran explicado que no hay nada que hacer. Pero no fue así. Prometieron y mintieron.

En España, unas 35.000 personas padecen hepatitis C en su fase más grave. Para esas 35.000 personas mañana ya es tarde. Hace ya casi un año (el pasado mes de enero) la Agencia Española del Medicamento autorizó el fármaco. Diez meses después (el pasado noviembre) el ministerio, dirigido entonces por Ana Mato, decidió incluirlo en el Sistema Nacional de Salud. Diez meses vitales. Diez meses perdidos. Podría resultar una broma de mal gusto sino fuera porque tu marido o tu compañera se mueren.

Unas 80 familias han decidido encerrarse esta Navidad en el Hospital madrileño del 12 de Octubre. Es un encierro por la dignidad y contra las mentiras. No hay dinero. Eso les dicen. En la España de la recuperación, en la España de «la crisis ya es historia» no hay dinero. Y sinceramente, las dos cosas no pueden ser ciertas. Hay quien podría pensar, alguien con poca sensibilidad lógicamente, que estos enfermos se mueven por intereses políticos contra el Gobierno. Así que esas mismas personas también deben pensarlo del colectivo médico que esta semana firmaba una carta durísima contra el Gobierno. La Asociación Española para el Estudio del Hígado (AEEH), sociedad científica que representa a la práctica totalidad de los hepatólogos españoles, dice que no se han tenido en cuenta sus conocimientos para afrontar este problema.

Solo una reunión

El ministerio, al frente del cual está ahora Alfonso Alonso, tras la salida de Ana Mato (a quien han premiado subiéndole el sueldo en el Congreso), dice que está intentando arreglar el tema. Darle prioridad a los casos más graves es otra de las quejas de los afectados porque si no se atiende a los demás en breve pasarán a formar parte de ese grupo. Ahora estas 80 familias ya solo piden reunirse con el nuevo ministro de Sanidad. Que les explique a la cara por qué el medicamento no llega. Ochenta familias con otros tantos seres queridos con un pie ya cerca de la muerte que solo piden eso.

Seré yo, pero no entiendo que alguien en ese ministerio no haya levantado todavía el teléfono para preguntar cómo pueden ayudar a esas familias a resolver algo que parece relativamente sencillo. Seré yo, que pensaba que la política está para resolver los problemas de la gente y que la política se componía también de gestos humanos. Feliz Navidad. O lo que sea.