La clave

¡Mamá, la Barbie habla!

JUANCHO DUMALL

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Stephen Hawking y otros cuatro científicos han advertido recientemente de las catastróficas consecuencias que para la humanidad puede tener el desarrollo incontrolado de la inteligencia artificial. La creación de máquinas capaces de crear otras máquinas que mejoren rápidamente por su cuenta puede desembocar en un control absoluto de la raza humana hasta su destrucción. El diagnóstico remite a clásicos de la ciencia ficción como el ordenador de la nave de 2001, una odisea del espacio, de Stanley Kubrick, o de los Terminator, de James Cameron, pesadillas que, pese a su siniestro mensaje, han entrado de lleno en la cultura del entretenimiento.

Pero lo último en inteligencia artificial nos lleva a otro tipo de angustias. Ahora resulta que la más avanzada tecnología del conocimiento procesado por máquinas permitirá que la muñeca Barbie pueda mantener conversaciones con las niñas. Un avance de la empresa juguetera Mattel que, visto el arquetipo de la muñeca rubia, constituye de por sí una amenaza, si no contra la humanidad, sí contra la infancia de la clase media acomodada. Porque habrá que ver qué tipo de historias contará la estilizada pepona a las niñas, qué bromas cursis les gastará y qué respuestas dará a las preguntas planteadas a través de un micrófono instalado en su collar -¡dónde, si no!- y conectado vía internet a los potentes servidores de una compañía especializada en inteligencia artificial. El invento puede ser la apoteosis del la más alta tecnología aplicada a la ñoñería, a la intrascendencia que emana de la muñeca más famosa del mundo, el estereotipo de lo pijo, de la mujer florero, atenta solo al aspecto físico, al maquillaje y a su variado vestuario.

El Tamagochi

Hace unos años triunfó en todo el mundo occidental otro juguete, el Tamagochi, una mascota virtual a la que había que sacar a pasear, dar de comer -si no, se moría- y llevarla a acostar. El cachivache japonés, un símbolo de los tiempos postindustriales, hizo furor, pero la moda pasó. Pero háganle caso a Hawking: lo de la Barbie será mucho peor. Porque la rubia gritará si se queda olvidada en un cajón.