Al contrataque

Malas compañías

Aún hoy resulta difícil digerir tanto descaro, tanta sensación de impunidad de la corrupción en la Comunidad Valenciana

Álvaro Pérez, 'el Bigotes', este viernes, 10 de julio.

Álvaro Pérez, 'el Bigotes', este viernes, 10 de julio. / periodico

CRISTINA PARDO

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

'Malas compañías' nació en La Sexta con el objetivo de reflejar cómo gente corriente se cruza en su vida con un político, en este caso de la Comunidad Valenciana, y lo echa todo a perder. Ha sido una experiencia personal impactante, porque nos enseña la cara más lamentable y avara de la política. Sus peripecias laborales, y más tarde judiciales, te dejan con la boca abierta por la extraordinaria complicación personal a la que se prestaron, a cambio de grandes proyectos o de elevadas sumas de dinero. Quizá el caso más llamativo es el de Esteban Cuesta. Era enfermero, conoció en el hospital al exvicealcalde de Valencia y este le convenció para que entrara en el PP. Su ascenso fue desenfrenado, hasta que le nombraron gerente de una depuradora pública. «Yo no sabía ni lo que era un pagaré», llega a admitir Cuesta. El caso es que pasó de cobrar 2.000 euros como enfermero a ponerse un sueldo de 8.000 para, finalmente, terminar llevándose en sobres 25.000 euros al mes. Él, junto a otras personas relacionadas con el PP. Cuesta, que se enfrenta a una pena de 12 años de cárcel, ha señalado también a los políticos que recibían regalos con cargo a la depuradora, a los que le pedían dinero para pagar actos de Rita Barberá o a los que se quejaban de que les regalaran siempre jamones. Tuvieron que cambiarlos por tarjetas de El Corte Inglés.

Es el reflejo de una época escandalosa, una orgía de corrupción, un saqueo permanente que ha tenido consecuencias para todos. Una época en la que, por ejemplo, un empresario agasajaba en su barco a medio Ayuntamiento de Alicante y enviaba regalos caros a las concejalas, que se los repartían en las juntas de gobierno. Ellos no se quejaban, claro, y los ciudadanos –o al menos a mí me ha pasado después de grabar 'Malas compañías'– no éramos conscientes de todo lo que estaba pasando. Porque parece increíble. Porque aún hoy resulta difícil digerir tanto descaro, tanta sensación de impunidad.

LOS OJOS COMO PLATOS

El próximo domingo podremos ver la segunda y última entrega. Es imposible no quedarte con los ojos como platos cuando escuchas al fiscal anticorrupción relatar los chivatazos que reciben los imputados, que son informados de los registros antes de que se produzcan. Es una vergüenza. Cuando grabamos 'Malas compañías', ofrecimos a los primeros espadas del pasado del PP de la Comunidad Valenciana la posibilidad de dar su versión. No quisieron. Es comprensible, dado que ni siquiera Cuesta, un arrepentido que colabora con la justicia, fue capaz de responder a la pregunta de cuánto dinero pudo llevarse en total. Tuvimos que parar la entrevista. Me alegro de haber podido relegar, por una vez, a los del «no me consta». Como tomadura de pelo, ya es suficiente.