Al contrataque
Malas compañías
Jordi Pujol diseñó muy bien el marco de impunidad y hay una tremenda falta de pruebas sobre aquellos casos de corrupción
Antonio Franco
Periodista
ANTONIO FRANCO
Me pareció absolutamente creíble el programa de La Sexta 'Malas compañías' sobre la corrupción en la Catalunya pujolista. Retrataba la tremenda normalidad con que ejercían el mal (el robo, el chantaje, el abuso de poder) en nuestro país una serie de hombres siniestros, miserables, aparentemente importantes, en paralelo a cómo debían intentar hacer lo mismo otros sujetos parecidos a ellos en otras esquinas de España.
Vistos en la TV, los testimonios directos impresionaban. Aquellos digamos que presuntos delincuentes se desdoblaban en dos funciones: considerarse por encima de las leyes y enriquecerse con dinero público. Les llamábamos presidente, 'conseller', alto cargo... pero su tarea básica consistía en financiar a su partido, desviar fondos ajenos hacia sus cuentas personales, presionar, encargar trabajos ficticios que generasen facturas cobrables, retribuir con empleos, pisos, comisiones o sueldos a quienes les ayudaban o eran simplemente amigos o parientes suyos.
Aunque a ratos debían gobernar, con aquella actividad inflamable entre las manos su tarea principal debía ser intentar que no les pillasen para que aquella anomalía antidemocrática se prolongase el mayor tiempo posible. También me parecieron convincentes los indicios de las cooperaciones activas -lo mío por lo tuyo- entre Convergència, Unió y el PP, los protagonistas. Quizá formaba parte de lo que denominaban «mantener la gobernabilidad, la estabilidad». Incluso me pareció tan triste como realista el miedo a complicarse la vida de gente de ERC, con ganas de no saber lo que les constaba.
El marco de impunidad
La mayoría aquellos protagonistas de la banalidad del mal van a pasar a la historia, por mal que huelan, sin cárcel. Pujol diseñó muy bien el marco de impunidad y hay una tremenda falta de pruebas. Solo queda el consuelo de lo que no nos pueden quitar: el chantaje público de Mas a Maragall en el Parlament para que no se investigase el 3%. Y las consiguientes cobardías de tantos y tantos diputados. Pero existe el otro lado de la historia: la gente que necesitaba ayuda y no la recibió por falta de medios y las obras hechas con materiales defectuosos. Y una evidencia: hemos transitado sobre una mentira imperdonable.
¿Tiene todo eso algo que ver con lo de hoy? Por supuesto. Puigdemont es el sucesor natural de la ética de su familia política. Sus cobardías (no hago lo que creo aunque lo haya decidido), ambigüedades (discursos que no se sabe si decía que sí o que no) o incumplimientos (no me presentaré) forman parte de la misma falta de respeto a los ciudadanos que sus antecesores convergentes. Y ahora con guinda antieuropea. Después de lo que ha dicho de la UE si nos saca de Europa siempre podrá decir que lo anunció antes de que quienes se atrevan a votarle fueran a las urnas.
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