tú y yo somos tres

Majestad, ¡qué cambio!

FERRAN MONEGAL

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Estaban entrevistando a la actriz Michelle Jenner en Los viernes al show (A-3 TV), y celebraban su deliciosa interpretación de la reina Isabel I de Castilla en la exitosa teleserie que ha emitido TVE-1. De repente, Manel Fuentes y Arturo Valls le dijeron: «¡Lo que ha cambiado el cuento! Vosotros sois guapísimos, pero los de verdad eran un poco diferentes» y rápidamente pusieron  -a pantalla partida- la imagen de Michelle haciendo de reina y, a su lado, el retrato que Juan de Flandes pintó en 1504 de la Isabel de verdad. ¡Ah! En efecto solo cabía exclamar pasmados: «¡Majestad, cómo habéis cambiado!». Michelle, un poco ruborizada ante esa fabulosa metamorfosis de la imagen de la reina católica que ella protagonizó, decía con la boca pequeña: «Bueno, la suya era una belleza de aquella época... ¡Pero está claro que era rubia y de ojos azules!». ¡Ahh! Bendita inocencia. Está demostrado que los grandes personajes históricos, cuando la tele los recrea, ganan una barbaridad. Hombre, en lo que atañe al aspecto físico, esta transmutación tan colosal no es grave. Quizá es hasta conveniente. Hubiera sido tremendo que TVE, para interpretar a la reina Isabel, hubiese contratado a Carmen de Mairena. También cabe celebrar que en la serie se haya hecho caso omiso a aquella bárbara advertencia de la escritora Simone de Beauvoir sobre Isabel la Católica, Isabel de Inglaterra y Catalina de Rusia, cuando las enrasó a las tres bajo esta lapidaria sentencia: «No eran ni hembras ni varones, eran soberanas». O sea, que cabe tranquilizar a Michelle Jenner, a Valls y a Fuentes, porque la audiencia hemos celebrado ese cambio, tan exquisito, tan a mejor, del aspecto de aquella reina. Pero ahora que ha concluido la serie, cabe meditar un instante acerca de cómo la tele también tiene tendencia a dulcificar algunos hechos. Siendo una producción impecable, muy rigurosa en los histórico, la turbia relación de Isabel la Católica con la Santa Inquisición, por ejemplo, a mi juicio ha quedado mitigada en exceso. El papel del poderoso fray Tomás de Torquemada, fundamental en el entorno de Isabel  -era su confesor- solo puede explicarse por el apoyo que este fraile obtuvo de la reina.

¡Ahh! En un Estado monárquico, la tele estatal tiene tendencia a cepillar, pulimentar y abrillantar los actos y personalidad de sus reyes. Ahora mismo seguimos teniendo cada sábado ese entusiasmo en forma de programa que se llama Audiencia abierta. A su lado el NO-DO palidece.