Un maestro de periodistas, qué duda cabe

Miguel Ángel Bastenier defendió siempre la necesidad de escribir bien y derribó el mito de la objetividad

Miguel Angel Bastenier

Miguel Angel Bastenier / periodico

JOSÉ A. SOROLLA

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Por decirlo con una expresión muy suya, qué duda cabe que ha muerto un gran periodista y un maestro de periodistas. Miguel Ángel Bastenier (Barcelona, 1940 - Madrid, 2017), fallecido este viernes de un cáncer de riñón, tenía 76 años y una vida dedicada al periodismo y a la enseñanza del periodismo, su gran pasión y su único oficio. Su especialidad era la información internacional --"yo solo escribo de lo que sé", decía--, singularmente América Latina y el conflicto de Oriente Próximo --sobre el que publicó dos libros--, pero se distinguía también por sus críticas de libros de historia, que conocía a la perfección, aunque siempre para aplicar sus amplios saberes al periodismo.

Aborrezco las necrológicas que hablan más del que las escribe que del fallecido, igual que el uso de la primera persona en periodismo --y esto también me lo enseñó él--, pero reconozco que en buena parte es inevitable para que el homenaje al amigo y maestro no se convierta en un texto burocrático.

DIRECTOR ELEGIDO POR LA REDACCIÓN 

Licenciado en Derecho (1962) e Historia (1975) por la Universitat de Barcelona, en Lengua y Literatura Inglesa por Cambridge y graduado en Periodismo por la Escuela Oficial de Madrid (1961), trabajó en Diario Femenino, El Correo Catalán, Diario de Barcelona, Tele/eXprés, que dirigió con 37 años por elección de los periodistas, El PERIÓDICO DE CATALUNYA, en el que fue subdirector, y El País, en el que ejerció también de subdirector, primero de Información y después de Relaciones Internacionales y en el que escribía últimamente columnas de política internacional en la edición española y europea y de periodismo en la edición para América. En 2012 recibió en Harvard el prestigioso Premio María Moors Cabot por su trayectoria y su contribución a mejorar las relaciones en el continente americano.

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Lo conocí en el Diario de Barcelona dirigido por Manuel Martín Ferrand y Josep Pernau, el gran columnista de El PERIÓDICO y uno de sus maestros, al que siempre recordaba y a quien le dedicó un libro de periodismo, El blanco móvil (Ediciones El País, 2001), con una dedicatoria de la que estaba orgullosísimo y que cita en la larga entrevista radiofónica que recientemente le hizo Juan Cruz: "A Josep Pernau, que me enseñó más de lo que sé", decía el texto, que emocionó al homenajeado cuando lo leyó.

ESCRIBIR SIN TOMAR PARTIDO

En aquel Brusi de mitad de los años 70, Bastenier ya escuchaba la BBC para explicarnos después a los redactores de Internacional los datos y las interpretaciones que no aportaba el teletipo. El teletipo --la línea que transmitía las noticias de agencia-- fue hasta que desapareció una de sus dianas preferidas. No se pueden hacer diarios solo con el teletipo, decía. Hay que enriquecer lo que llega con el conocimiento y con la agenda propia, tesis que ha defendido hasta su último día en sus clases de periodismo en 140 caracteres en Twitter, donde tenía la friolera de 172.000 seguidores, récord entre los periodistas de El País. En esos minitextos defendía testarudamente la necesidad de escribir bien, derribaba en cada tuit el mito de la objetividad y elogiaba la profesionalidad de exponer los hechos sin tomar más partido del imprescindible como el valor más preciado del periodista.

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Muchísimos de sus seguidores en Twitter eran de América Latina, la mayoría de Colombia, su otra nacionalidad, donde ejercía el magisterio periodístico en la Fundación del Nuevo Periodismo Latinoamericano de Cartagena de Indias, fundada por Gabriel García Márquez. Tuve la oportunidad de intervenir en una de sus maravillosas clases, en la que expliqué cómo se hacía EL PERIÓDICO. Porque Bastenier era un profesor extraordinario y solo había que pasear con él por las redacciones para comprobar la admiración que le profesan sus alumnos del máster de la Escuela de Periodismo de El País, muchos de ellos ahora redactores o jefes de redacción del periódico.

SABIDURÍA OCEÁNICA Y TERNURA

Daba sus clases abrumadoras de conocimientos teóricos y prácticos trufadas con un humor sarcástico y cortante que a veces chocaba al que no lo conocía, lo mismo que ocurría en la vida real cuando abordaba sus temas favoritos: el periodismo, la política internacional, las relaciones Catalunya-España y la influencia positiva del catolicismo en la historia. Bastenier se declaraba no creyente, pero culturalmente católico. En una primera impresión, parecía intolerante, pagado de sí mismo, sobrado, pero después, cuando la gente lo conocía de verdad, enamoraba a sus alumnos y a sus compañeros de profesión, rendidos a su sabiduría oceánica y a su ternura. Detrás de una máscara que a veces manifestaba un punto de desprecio hacia los demás, se escondía su necesidad de ser querido.

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