TENSIÓN EN EL PAÍS CARIBEÑO

Maduro contra las cuerdas (y sin luz)

La crisis política y económica en Venezuela ha colocado en una situación muy difícil al presidente Maduro que ha perdido mucho respaldo popular

RAMÓN LOBO

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Bien, es verdad, reconozcámoslo: Venezuela no funciona. Según una parte sustancial de la prensa y de los políticos españoles, la culpa es del chavismo, de Podemos y de Irán, los tres sospechosos habituales. Pero las cosas son un poco más complejas. La última prueba de la supuesta incompetencia es la carestía eléctrica que padece el país, que ha obligado al presidente Nicolás Maduro a decretar la semana laborable de dos días para los funcionarios. Los apagones, habituales lejos de la capital, han llegado a Caracas, el gran escaparate.

Maduro no es Hugo Chávez, eso resulta evidente. Aunque le copie el lenguaje le falta la sustancia (el asunto del pajarito) y, sobre todo, el carisma. Mientras el pueblo parecía perdonar todo a Chávez, a quien adoraba (ganó todas las elecciones –avaladas por los observadores internacionales-, menos el referéndum de reforma constitucional de 2007, que perdió por la mínima), no se puede decir lo mismo de los actuales gobernantes. No hay 'auctoritas' -legitimación que procede de la valía-, solo 'potestas'.

Maduro ganó la presidencia en abril de 2013 en unos comicios polémicos y por un margen estrecho: 234.935 votos. En las elecciones parlamentarias de 2015, el chavismo sufrió un revolcón histórico. La oposición unida bajo la MUD (Mesa de la Unidad Democrática) logró 112 diputados, los dos tercios de la Asamblea, que le permitían modificar leyes y remover altos funcionarios. El Supremo, elegido por el chavismo, suspendió la proclamación de cuatro diputados, tres de ellos de la MUD, del estado de Amazonas por irregularidades electorales. La oposición acató el fallo.

TSUNAMI POPULAR

A la carestía eléctrica, que tiene más que ver con el fenómeno de El Niño (afecta a Colombia, cuyos embalses están al 25%), Maduro suma el tsunami popular en la recogida de firmas para su destitución, el célebre referéndum revocatorio. El Consejo Nacional Electoral (CNE), también en manos chavistas, ha diseñado una ruta repleta de obstáculos para dificultar al máximo la convocatoria. Hoy lo perdería; un 60,3% votaría por su salida del poder, frente a un 28,3% que apoya la continuidad, según un sondeo publicado por el diario 'El Nacional', próximo a la oposición.

Este 'Venebarómetro' ofrece más datos de interés para entender el trasfondo de lo que se mueve en el país: el 84,1% de los encuestados afirma que la situación es negativa (el 47,6% la califica de muy mala) frente al 15% que sostiene que es positiva. El líder opositor más valorado es el encarcelado Leopoldo López (18%), un punto por debajo de Maduro (19%), quien no tiene sustituto en el chavismo. Los siguientes son el vicepresidente Aristóbulo Istúriz (2%) y Diosdado Cabello (1%).

Según la misma encuesta, el 54% no se siente satisfecho con las primeras acciones de la nueva Asamblea Nacional. No queda claro si la desilusión es por la teatralidad de algunas medidas, como la retirada del retrato de Chávez, o por su lentitud en el vuelco político. Apostaría por lo segundo.

El primer paso del revocatorio es lograr que firme a favor del referéndum el 1% del padrón electoral, lo que equivale a 197.978 firmas. La oposición asegura superó la cifra en el primer día de recogida (el miércoles). Henrique Capriles, excandidato presidencial (7% de popularidad, según la encuesta), habla de un millón de apoyos. Cabello, líder del ala dura del chavismo, promete batalla: habrá que validar cada firma, “de una en una”.

CARESTÍA DE PRODUCTOS

De superar esta fase -tienen un mes de plazo-, y tras las comprobaciones de rigor (deben recoger un mínimo en cada Estado), el CNE les exigirá la rúbrica del 20% de los votantes, casi 4 millones, en tres días. De conseguirlo, habrá revocatorio, tal vez este año. Para echar a Maduro deberán votar en contra el presidente el mismo número, o mayor, de los que le eligieron: 7.857.532. Aún queda partido.

Los cortes de luz se deben a la situación crítica en la que se encuentra el embalse de Guri, situado en la cuenca del río Orinoco, una de las mayores presas del mundo, y de la que depende el 70% del consumo eléctrico en Venezuela. Aunque tiene más que ver con El Niño que con Maduro, queda poca paciencia. La carestía de productos de primera necesidad ya es estructural y no tiene visos de mejora. La explicación de que se trata de una conspiración empresarial y de la CIA, los sospechosos habituales de la izquierda, empieza a perder fieles entre los afectados.

La economía venezolana se ha desplomado tras el descenso del precio del petróleo, el más bajo en 12 años. El 96% de sus divisas depende de las exportaciones de crudo. Cuando estaba por encima de los 100 dólares el barril, Chávez pudo financiar las misiones, su Estado del bienestar paralelo. Sus cifras son excelentes: enseñaron a leer y escribir a más de un millón de venezolanos; llegó a disputar a Perú, el alumno modelo de los mercados, la primacía en las cifras de reducción de pobreza extrema. Pero cuando empezó a bajar el precio del petróleo, el milagro se secó. El cambio de ciclo le ha tocado a Maduro.

Las previsiones del FMI para Venezuela son las peores de América Latina: una caída del 8% del PIB y una inflación cercana al 500% en 2016. La economía ya cayó un 5,7% en 2015. El bolívar, la moneda nacional, apenas vale un centavo de dólar y el peligro de suspensión de pagos es elevado. Con este cuadro se entiende que miles de los beneficiados por las políticas sociales del chavismo se hayan pasado a la MUD, un conglomerado de derechistas, democristianos y socialdemócratas. La política de confrontación de Maduro, el encarcelamiento de algunas figuras de la oposición (López) y su lenguaje beligerante, no ayuda. Las consignas revolucionarias funcionan mal con el supermercado vacío.