Análisis

Y el Madrid empieza fuera de la Champions

EMILIO PÉREZ DE ROZAS

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Ese 'Pitu' Abelardo. Ese Sanabria al que no le conceden un golazo fantasma, un gol que C+, o Movistar+, o quien sea, apenas repitió (sí repitió siete, ocho o nueve veces el penalti a Cristiano Ronaldo). Ese Carmona, que se lanza en plancha y que no entra, de golpe, de cabezazo, en la historia. Ese estadio de El Molinón que parecía, que era, que es, el mismísimo Wembley, puro Maracaná. Ese equipo recién ascendido que se pasó meses sin cobrar y continuó trabajando como loco, como fans, como 'tifosi', como aficionados, como auténticos profesionales, aunque fuesen júniors, que volvió a Primera por la puerta grande. Esa 'masia' de El Mareo, una de las históricas canteras que ha llenado y salpicado la alineación del Sporting de chavalitos valerosos, que tuvieron el premio de regresar a Primera el día que les visitaba un gran, un histórico, vestido de blanco.

Ese conjunto modesto que, a mitad de agosto, cuando los demás están pensando en empezar a descontar las jornadas para 'campeonar', ellos empiezan a descontar para mantenerse. Y lo hacen con la virtud del trabajo, de la pelea, del sacrificio, del trabajar para demostrar que, trabajando, dejándose el alma y mucho más, se puede soñar con seguir entre los grandes y no volver a sufrir por su salario. "Con esta afición y con esta ilusión es imposible que nos salgan mal las cosas", reconoció anoche el mismísimo Brujo, Quini, el gran monstruo de ese Sporting maravilloso.

Eso es fútbol. Fútbol sin fútbol, cierto, porque ni Real Madrid ni Barça jugaron maravillosamente. Casi ni jugaron. Uno ganó justito y el otro pinchó, ¡ojito!, en un estadio, no solo precioso, no solo repleto, no solo ilusionado, sino de un equipo, de un sueño, de una cantera que, el año pasado, en su camino hacia la salvación en Segunda, logró ascender perdiendo solo dos partidos en 42 jornadas. No debe ser fácil ganar al Sporting. De ahí que el nuevo Madrid, aquel que fue recibido con alguna piedra al llegar a El Molinón y, por supuesto, con gritos que recordaban a "¡Iker, Iker, Iker!", cuando Florentino Pérez enseñó su cabecita al entrar en el estadio, fuese incapaz de ganar en el campo de ese precioso, lúcido y caluroso Sporting.

El Real Madrid, el nuevo Real Madrid, el de Jesús Benítez, el del renovado Ramos, capitán que se olvidó de marcar su golazo salvador en el minuto 93 (¿será porque ya se lo ha cobrado a Florentino?, será, será), el del desconcertante CR7 (bueno, en eso, muy parecidito al enorme, al gran Messi, ¡que hasta falló un penalti!), empieza la Liga fuera de los puestos de la Champions, lo que no agrada a su afición, que lleva semanas con la mosca detrás de la oreja.

Cierto, el Barça no jugó muchísimo mejor que el Madrid, pero ganó. Y descubrió a Sergi Roberto de lateral derecho. Y tuvo en Iniesta al líder que todos esperamos, sobreponiéndose, incluso, a los pitos de la 'catedral', que nunca olvida. Un Barça, en fin, que volvió a sobrevivir a un árbitro madrileño. Y van dos seguidos. Y esto solo acaba de empezar. Con el Madrid intentando la reconquista del triplete empatando en el campo de un recién ascendido. ¡Vaya tela! Debe ser cosa del 'caloret'.