Dos miradas

Luna

Miramos el cielo y nos sobrecoge la magia que no es sino regularidad elíptica. De eso vivimos. De creer en los trucos

El eclipse de superluna roja en Barcelona.

El eclipse de superluna roja en Barcelona. / periodico

JOSEP MARIA FONALLERAS

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Como ha escrito Jorge Wagensberg, si algo sale mal «siempre nos quedará el 2034»La luna siempre es igual, satélite inmutable, pero se nos aparece de forma diferente y es por eso que nos fascina, que genera una atracción atávica, que marca el devenir de los meses y el ritmo de los periodos con que marcamos nuestras vidas. Provoca fenómenos físicos e inquietudes humanas, desde las mareas a los mareos, con una literatura que va de la fascinación al deseo de conquista, del misterio a la poesía.

Cuando mis hijos eran pequeños, les contaba un cuento en el que unos cuantos animales tratan de llegar a ella, uno encima del otro. Lo consiguen: el más pequeño araña un pedazo de luna y los otros lo prueban. Cada uno de ellos encuentra un gusto particular. Esto es lo que nos pasa. Que el trozo de luna nos los comemos cada uno a su aire. Cada uno según su paladar.

En esta luna enorme, naranja o blanca, a ras de suelo o elevada en el firmamento, vertemos un deseo o la constatación de un fracaso: la maravilla de sabernos acompañados o el desconsuelo de comprobar la soledad en que vivimos. Es lo que tienen las leyes cósmicas o los fenómenos estelares. Marcan hitos, dibujan en un camino de desierto, o en un viaje lleno de ruido, la fonda donde descansamos durante los instantes de contemplación. Miramos el cielo y nos sobrecoge la magia que no es sino regularidad elíptica. De eso vivimos. De creer en los trucos. De esperar que vuelva, el 2034.

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