Gente corriente

Luis Huertas: «El Park Güell era mi recreo; lo siento un poco mío»

Constructor de espacios. Criado en una chabola del Carmel, su empeño es crear entornos agradables.

«El Park Güell era mi recreo; lo siento un poco mío»_MEDIA_3

«El Park Güell era mi recreo; lo siento un poco mío»_MEDIA_3

GEMMA TRAMULLAS

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Hasta los 14 años se crió en una abarrotada chabola del barrio del Carmel y pronto se dio cuenta de la importancia del entorno para el desarrollo del potencial de la persona. Con esa premisa ha hecho fortuna en el sector de las reformas de interiores de viviendas y se ha creado susantuarioen una cima del Vallès Oriental, una casa de cuatro plantas con un espléndido jardín. Aquí vive solo, rodeado de verde y silencio.

-Este jardín con formas circulares...

-Se parece a los caminos del Park Güell, ¿no? Y fíjese en esta planta del porche: es una glicina. Da unos exuberantes racimos de flores lila que en primavera lo envuelven todo en un aroma penetrante. Esta misma planta estaba en el Park Güell, donde yo jugaba de niño, y quise evocar ese recuerdo.

-El Park Güell era su patio particular, como dice la canción infantil.

-Era mi patio de recreo y aún lo siento un poco mío. Estaba a cinco minutos de las chabolas del Carmel donde vivía con mis siete hermanos. Mi casa estaba en la última curva, la más pronunciada, antes de llegar a la cima del monte, cerca de las barracas delPijoaparte, el personaje del libroÚltimas tardes con Teresa, de Marsé.

-Menudo vuelco ha dado su vida.

-Imagínese, dos adultos y ocho niños en una chabola de 30 metros cuadrados, sin agua corriente ni electricidad. Dormíamos cuatro hermanos en una cama y el resto en el pasillo. No sé cómo mi madre pudo aguantar aquello, alimentarnos y encima mantenernos limpios. No la recuerdo siendo afectuosa con nosotros, siempre la vi desbordada.

-¿Cómo estaba el Park Güell en aquella época?

-Muy degradado, con los caminos casi impracticables y los azulejos rotos. Imagínese que a veces íbamos allí con la familia, hacíamos un fuego y cocinábamos una paella. Eso sería impensable ahora.

-Habría colas para hacerles fotos.

-Es agobiante; deberían controlar la entrada o volverá a degradarse. Antes casi no había turistas y jugábamos al escondite entre las columnas de la sala hipóstila. Una vez vi una película deFu-Manchúque rodaron en aquella sala. La historia terminaba con las columnas saltando por los aires y yo corrí al parque para ver si seguían en su lugar.

-De Gaudí nadie les hablaba.

-No. Yo casi no fui a la escuela. Recogíamos chatarra, sobre todo cable de cobre; a los 13 años empecé a trabajar de camarero y a los 14 en un taller de reparaciones. Íbamos a hacer arreglos a Pedralbes, donde nos abrían mayordomos, y al volver al barrio el impacto era bestial. Alguna vez me habían llamado «barraquero» y me daba rabia y vergüenza. Vivir en una chabola era humillante.

-Si alguien le hubiera dicho que terminaría viviendo en una casa enorme con un jardín estilo Park Güell...

-Jamás lo hubiera creído. Pero yo creo en el esfuerzo; si eres capaz de darle la vuelta a un problema se te abren un montón de caminos nuevos. Está bien tener problemas porque cuando logras resolverlos no solo transformas el entorno, sino que se produce un cambio fisiológico en ti que te hace sentir como si hubieras cargado las baterías y te permite ver las cosas con ojos nuevos.

-¿A qué problema le ha sacado usted punta en su vida real?

-Lo hago cada día, intentando resolver problemas en las casas para que la gente esté a gusto. Pero la época más libre de mi vida fue cuando me castigaron tres meses en el penal militar del castillo de San Sebastián, en Cádiz. En aquel lugar mi imaginación volaba libre, nunca he vuelto a ser tan creativo. La mili fue una época de introspección. Leí a Marx, a Nietzsche, Cortázar, García Márquez...

-No hay mal que por bien no venga.

-El entorno es capaz de transformar a las personas y a mí el silencio me permite sentirme libre para reflexionar sobre quién soy, adónde voy y qué quiero.

-¿Cómo empezó su negocio?

-Al volver de la mili me fijé en una de las pintadas de mayo del 68: «Hay que explotar sistemáticamente el azar». Y eso hice. Como había trabajado en la obra y de aprendiz de fontanero, hice 200 o 300 tarjetas a máquina ofreciendo mis servicios y las repartí en los buzones.

-¿Y?

-No llamó nadie. Entonces encargué un sello de goma, hice 5.000 tarjetas nuevas y las volví a repartir de forma sistemática. Y empezaron a llamar y desde entonces he hecho reformas desde Pedralbes hasta el Raval. Si quieres algo, trabaja sistemáticamente en esa dirección porque, al final, sale. Es pura estadística.