El entrenador que se quedó afónico en pleno parlamento

EMILIO PÉREZ DE ROZAS

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Luis Enrique, que lo sepan, nunca miente. Ni es así, ni tiene necesidad, ni le gusta, ni le educaron así, ni le saca rentabilidad a mentir. Así que aquellos que no creyeron que, el pasado miércoles, en Mestalla, necesitó de la ayuda, colaboración y, sobre todo, de la voz de su inseparable amigo, colaborador y ‘segundo’, Juan Carlos Unzue, para reorganizar el equipo y dar instrucciones desde la banda, “porque tener partido cada tres días es demasiada tralla para mi voz”, tuvieron este sábado, en plena conferencia de prensa previa a la difícil visita del Celta, de su “amado” Celta, la prueba de que era verdad.

         Luis Enrique, de pronto, se quedó sin voz, afónico. Y eso que el ‘mister’ azulgrana estaba como el día. Soleado, lúcido, brillante, sembrado, simpático, atento a todo, cordial, dialogante, chispeante. Había tranquilizado a todos diciendo que Leo Messi estaba como una rosa, vamos, recuperado ya de su pequeña intervención (nadie ha confirmado que haya escupido ya la piedrecita de marras) y, sobre todo, había puesto por las nubes, como nunca antes se le oyó hablar de rival, perdón, de equipo de fútbol alguno, a su amado Celta. Nunca antes entrenador alguno habló tanto, tan bien y mejor de un ‘team’ que Luis Enrique del Celta.

         Anoten, lean, lean. Es el único que nos ha ganado dos veces. Peligroso. Atractivo. Es el que más me divierte verle jugar por televisión. Atrevido. Valiente. Descarado. Presiona muy arriba. Tiene una idea de fútbol, de querer tener el balón, jugar, tocar, permanente. Va siempre adelante. No te deja espacios. Se pega a ti sin temor. Hace muchísimas cosas bien. Tiene un gran entrenador. Tiene, tal vez, el mejor director deportivo de la Liga. Ficha muy bien y con criterio. Tiene y cuida su cantera. Da oportunidades a los jóvenes. Sabe lo que quiere. No solo conmigo, no, no, ya con Eusebio en Segunda y sin medios, era la bomba. Siempre trata de llevar el peso del partido. Será un partido precioso, muy, muy interesante. Es un bloque que está por encima de las individualidades.

         Pero, de pronto, una voz de Madrid, perdón, perdón, de una televisión de Madrid, le pidió si no iba siendo hora ya de que Neymar renovase, pues “¿usted cree, como opinan muchos, que el Barça es el equipo ideal en el que Neymar puede ser el mejor jugador del mundo?” Y Luis Enrique, sin pestañear, sin apenas sonreir (estuvo a punto, lo juro), se acercó al micrófono y susurró (se oyó, se oyó): “Acabo de perder la voz”. Así que no hay contestación, dijo el reportero corresponsal de la TV de Madrid. “Acabo de perder la voz”, volvió a escucharse y, ya muy tenuamente, casi de manera imperceptible añadió: “Es una cosa que he contestado ya muchas veces”. Como insinuando, claro, lo que es, sin duda, algo que ha dicho mil veces: el Barça es el mejor club del mundo, el mejor equipo del mundo, mis jugadores los mejores del mundo y, por tanto, sí, dígales a los suyos que, en efecto, yo también pienso (como ya he dicho mil veces) que Neymar no encontrará un mejor lugar en el mundo que el Barça para ser el mejor del mundo.

         Pudo decir, pero no lo dijo (bueno, no dijo nada de todo eso porque se quedó afónico por 17 segundos), “cuando se vaya Leo Messi”.